A finales de la semana pasada comenzó a tomar fuerza de nuevo la incertidumbre sobre el espacio para que Banco de México retome su ciclo de relajación monetaria este mismo jueves. La inquietud pudo haber estado ligada a las declaraciones de un miembro de la Junta de Gobierno del Banco Central, refiriendo al mes de abril como clave en las decisiones del Banco Central. El consenso de analistas no se ha modificado y anticipa que Banxico reduzca su tasa de interés de referencia en 25 puntos base esta semana, reactivando así su ciclo de relajación iniciado el año pasado. ¿Qué tan decisivo podría tornarse abril en la discusión de la institución autónoma? A continuación tres consideraciones.
Primero, supongo que la preocupación por abril se relaciona con la trayectoria esperada para la inflación en los siguientes meses. En específico, el acarreo o carry estadístico en su comparativo anual será favorable para que la inflación repunte y se ubique por arriba del cierre del año pasado, 3.15 por ciento, al menos entre febrero y abril. De hecho, el mayor repunte a tasa anual se presentaría en ese último mes. ¿De qué niveles estamos hablando?
Reconstruyendo las expectativas del consenso de analistas mes a mes para 2021 (utilizando las más recientes encuestas Citibanamex y de Banxico), la inflación podría alcanzar niveles tan altos como 4.6 por ciento anual en abril. Es decir, podría superar el límite superior del intervalo de variabilidad de Banxico (3 por ciento +/- 1 por ciento). Sin duda, lo anterior podría verse magnificado si la inflación presentara sorpresas al alza en las quincenas siguientes. ¿Debería ser esto motivo para posponer el reinicio del ciclo de relajación monetaria?
A manera de segunda consideración, me atrevería a pensar que un escenario de repunte en inflación anual ligado a una baja base de comparación no debería ser un obstáculo insalvable para Banxico. Al ser resultado del carry estadístico, el riesgo considerado por algún o algunos miembros de la Junta de Gobierno quizá se encuentre centrado en la posibilidad de que las expectativas de inflación del consenso sean revisadas al alza.
En relación con tales expectativas, hay que subrayar un hecho importante: el pronóstico de inflación del consenso de analistas ya descuenta tal significativo repunte en la inflación en abril. Aún así, el pronóstico de tal consenso y de Banxico para la inflación anual promedio para el segundo trimestre se alejan moderadamente (en el primer caso el pronóstico se acercaría a 4 por ciento anual, mientras que el segundo es de 4.3 por ciento). No obstante, ambas proyecciones convergen en el tercer trimestre claramente por debajo de 4 por ciento (3.2 por ciento en el caso del consenso y 3.1 por ciento la proyección de Banxico). Se subraya la naturaleza fundamentalmente transitoria del repunte esperado en abril.
Una tercera reflexión gira en torno de la habilidad que el Banco Central tenga de 'ver a través de los datos' y concentrarse en el horizonte de efectividad de la política monetaria. Desde luego que la inflación pasada y contemporánea es relevante (la inflación muestra inercias), pero el rezago con que actúa la política monetaria sobre la inflación obliga a discriminar entre volatilidad inflacionaria de corto plazo y trayectorias de mediano y largo plazos.
Actualmente, las expectativas para la inflación al cierre de 2021 y 2022 se ubican dentro del intervalo de variabilidad establecido por Banxico. De hecho, el Banco Central es más optimista al pronosticar niveles de 3.3 por ciento y 3.1 por ciento anual al cierre de tales años. En este punto vale la pena detenerse y reconocer una trascendental limitante a la hora de comparar los pronósticos de mediano plazo del consenso con los de Banxico: mientras que sabemos que el primero anticipa recortes por 50 puntos base durante 2021 y ninguno en 2022, las expectativas de Banxico no son publicadas.