Entorno Económico

La gran apuesta

Hay una gran apuesta y ésta tiene que ver con un fuerte supuesto detrás de la capacidad de crecimiento de la economía mexicana.

No es ningún secreto. El gobierno mexicano optó por un muy limitado programa de apoyo contracíclico durante la fase más aguda del encierro dictado en el contexto de la pandemia. Con dificultad, los apoyos especiales no llegaron a sumar más de 0.6 por ciento del PIB, en un contexto internacional donde los esfuerzos fiscales de dos dígitos fueron más la norma que la excepción. Tal estrategia fue abierta y explícita. Se trataba de reforzar el espíritu de disciplina fiscal y evitar a toda costa repetir fórmulas del pasado o promover rescates empresariales. Así, las autoridades optaron por afrontar un alto riesgo y plantearon una gran apuesta.

Sin duda, son claros los beneficios de un manejo fiscal responsable que procure una trayectoria de deuda estable o a la baja. Por muchos años, dicho perfil de política fue premiado por mercados y calificadoras crediticias. Más aún, fue parte de la fórmula de no pocos planes de estabilización apoyados por los diversos organismos multilaterales.

No obstante, ante la crisis económica más profunda en al menos cien años, las concepciones previas sobre mantener un déficit público estrecho y una deuda baja o a la baja fueron puestos a prueba. Como resultado, el mundo ha privilegiado la contención de los efectos recesivos (y riesgos de depresión económica) sobre los recientes consensos en materia de prudencia fiscal.

Es aquí donde la decisión de política fiscal en México luce anticlimática. ¿Qué es lo que se intenta hacer? Considero que, ya sea de manera intencional o no, se apuesta porque los beneficios de un menor deterioro relativo de los pulsos fiscales reditúen en un futuro cercano.

Es cierto, los déficits se ensanchan y las deudas se inflan alrededor del mundo. México posiblemente luzca mejor en materia de sendero de crecimiento de deuda y balance público en el contexto poscrisis. Si esto es cierto, nuestro país podría ubicarse en una zona de atractivo relativo que podría ser sinónimo de inversión de capital y de estabilidad macroeconómica.

No obstante, hay una gran apuesta. Ésta tiene que ver con un fuerte supuesto detrás de la capacidad de crecimiento de la economía mexicana. Esto es, en la medida que tal capacidad haya sobrevivido a la profunda recesión gracias a la fortaleza macroestructural y la eficacia de los limitados apoyos contracíclicos; en esa misma medida las fuentes de ingresos públicos y capacidad de pago no se verían dañados.

Lo cierto es que la historia reciente nos muestra que el patrón de crecimiento de largo plazo de la economía mexicana no ha sido inmune a las crisis económicas. Tal potencial ha sufrido erosión en cada una de las crisis o recesiones de los últimos 25 años.

Así, en ausencia de apoyos contracíclicos, veo factible que México haya visto mermada parcialmente su capacidad de crecimiento económico. En un escenario así, el horizonte fiscal podría no verse tan brillante y el potencial de crecimiento de largo plazo tampoco.

¿Cuál es la apuesta de aquellos que inyectan tremendos apoyos fiscales a sus economías? El lograr proteger su capacidad de crecimiento y que una mejoría en el perfil fiscal se presente como consecuencia de una recuperación económica más acelerada y sostenida, en conjunto con un crecimiento potencial con la mínima merma.

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