El dilema es conocido. En gran medida y en última instancia, el margen de maniobra para mantener abiertos los sectores no esenciales dentro de la economía estaría condicionado por la capacidad hospitalaria. Así, cinco estados en semáforo rojo, con una contribución a la economía de casi 40 por ciento y una mediana de ocupación hospitalaria general a 83 por ciento (datos al 5 de enero) parece justificar el plantearnos una nueva estrategia económica. Las herramientas obvias siguen estando ahí, en ausencia de espacio para reabrir ciertos sectores económicos, la política económica parece ser la opción. A continuación un par de reflexiones sobre la política fiscal y monetaria contracíclicas.
Banxico marcó una pausa a finales del año pasado, en línea con la tremenda incertidumbre y un nivel de inflación que desdibujó momentáneamente su tendencia de convergencia. Lo anterior lo hizo a una tasa real exante de aproximadamente 0.8 por ciento. En su momento, en una recesión mucho menos profunda como la de 2009, tal referencia alcanzó un nivel cercano a -0.8 por ciento. Para alcanzar tal referencia histórica, la tasa nominal hoy debería disminuir a al menos 2.75 por ciento desde su nivel actual de 4.25 por ciento.
Sin duda, la evaluación de las condiciones monetarias en particular, y las financieras en general, no es tan sencilla como una evaluación de niveles históricos de tasa de interés real o nominal. No obstante, nos da una muy buena idea de los márgenes de los que podríamos estar hablando. Desde luego, queda la restricción del tamaño del diferencial de tasas de interés que la Junta de Gobierno, o su mayoría, considere infranqueable.
En este dilema, me queda la impresión de que Banxico estaría a punto de retomar su esfuerzo de relajación monetaria, con al menos tres votos por parte de los miembros de la Junta. Considero que un espacio de 75 a 100 puntos base de recorte serían factibles, de cara a los retos actuales y considerando lo que a continuación expongo.
La política fiscal es otro asunto. Al día de hoy, los recursos asignados a atender presiones relacionados con la pandemia o etiquetados como de apoyo económico suman poco más de 0.6 por ciento del PIB desde mis cálculos (0.8 por ciento según el FMI). Lo anterior se compara con una mediana de 3.5 por ciento en el bloque de economías emergentes, con razones tan altas como 9 por ciento en el caso de Chile. En el caso de México parece apostarse por un mejor perfil de déficit y deuda frente al resto de los emergentes, pero lo anterior también implica el potencial daño a la capacidad de crecimiento de la economía en el mediano y largo plazos.
Una política fiscal más activa en su perfil contracíclico parecería ser una de las líneas de política a seguir. No obstante, la intención de no deteriorar en el corto plazo el perfil fiscal parece explícita y firme. De aquí que se le asigne una probabilidad baja a un apoyo fiscal contracíclico parecido al de otros países como México.
La presión está ahí y el espacio de política es limitado, no solo en cuanto a sus recursos sino en reconocimiento del rezago con que suele dar sus frutos y la premura por cosecharlos.