Columnita Pibil

Hay que hacerle el amor a la frontera

Esta zona que va de Tijuana a Matamoros merece una mejor suerte que, al parecer, podría cambiar con la extensión de los apoyos fiscales anunciada por López Obrador, analiza Jonathan Ruiz Torre.

Salvo por los viñedos de esa belleza que es el Valle de Guadalupe y la carretera panorámica que desde ahí lleva a la frontera con San Diego, no hay mucha evidencia de amor de los mexicanos a su frontera norte. Pero Andrés Manuel López Obrador robustece un plan.

Durante algún tiempo frecuenté los viajes de "shopping" entre Monterrey y McAllen, con todo y eso no puedo recordar un solo restaurante fronterizo nacional en el que hayamos hecho parada en días de esos recorridos.

Mientras el resto del país prefiere ignorar los males de la zona, los habitantes de la región suelen enfrentar la realidad con una cucharada de sorna: "Reynosa te espera con los baches abiertos" decía Marcela, una compañera de carrera en la Autónoma de Nuevo León, oriunda de esas tierras.

Tal vez sí te espere, pero quién sabe para qué, por eso casi todos los paseantes se deslizan por sus caminos con la agilidad de una lagartija. O se deslizaban, en días sin Covid-19, cuando los cruces fronterizos terrestres no estaban prohibidos.

No es para menos. Ya de regreso topamos alguna vez con un retén en el que encapuchados armados sin insignia alguna marcaban el alto.

Más corteses que los muchachos del SAT, preguntaron de dónde y a dónde íbamos.

Pues venimos de Texas... ¿A dónde vamos? Eso está difícil, a donde usted nos deje ir, pero si es cuestión hay complacencias, lo más lejos posible de sus compadres, la verdad.

Ya con permiso de su majestad anónima salimos de ahí con tal descuido que al llegar a la zona del machacado con huevo, notamos que esa hamburguesa que monta uno sobre la camioneta, había dejado la mitad de la carga regada en el camino. Suegra… no hay manera de que me crea lo que pasó con su nuevo edredón.

Esa zona de 3 mil kilómetros por 20 de ancho que va de Tijuana a Matamoros, merece mejor suerte.

Las madres que abandonadas por el padre de sus hijos debieron salir a trabajar en maquiladoras que no les perdonan ni la hora del café, son víctimas del abandono social que de paso también dejó a la deriva a muchos niños y niñas que hoy dan problemas.

AMLO tiene entre cejas sus votos… al menos sus votos, lo que sí ayuda.

A muchos de ellos les canceló la posibilidad de trabajar en una empresa internacional formal como Constellation Brands, fabricante de la Corona. También, cualquier intento de integrarse en nuevos proyectos de vanguardia de energía eólica.

Pero en contrasentido, el viernes les refrendó un programa fronterizo para que quienes ahí abran negocios paguen menos IVA e ISR, lo que sin duda es un incentivo.

En las esquinas nacionales la gente, además, paga gasolina al precio del otro lado de la frontera, que es más bajo.

Hasta ahora no hay resultados cuantificables positivos de esa estrategia. Coahuila, Tamaulipas, Chihuahua, Baja California, y hasta Nuevo León, enfrentan una recesión económica que empezó antes de la pandemia en buena medida por mensajes de un gobierno que muestra desprecio merecido a los granujas, pero que embarra también a empresarios que no lo merecen.

El programa fronterizo referido inició el año pasado y la existencia de una pandemia enloda el parabrisas que permitiría ver si la economía mejora este año con esa medida. Lo que es indiscutible es que AMLO tiene un plan para la frontera en afán, digamos, del beneficio de los lugareños. Ya si el mensaje deriva en votos, será un resultado secundario.

Ensenada está entre los municipios beneficiados por la carga de menores impuestos. En el centro de esa ciudad se ubica la cantina más famosa de la frontera.

La centenaria Hussong's solía ser antes del coronavirus una fiesta diaria de compañías irrepetibles que se hermanaban alrededor de un trío "fara fara" que emula conciertos de Roger Waters estirando las virtudes de un acordeón, un bajosexto y una tarola.

Después de la aventura siempre está el Puerto Nuevo, camino a Tijuana, en donde cada mordida a una cola de langosta bañada en frijoles y mantequilla envuelta en tortillas de harina, es rebajada con cerveza, tequila y un mariachi que revientan la resaca, mientras uno observa el mar.

Sí hay algunas zonas fronterizas que hacen el amor a quienes se acercan, aunque sea de pasadita. Hay que corresponder.

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