Pobres tortilleros. Son el eslabón que da la cara ante una circunstancia que está lejos, muy lejos de su control, pero que no tarda en convertirse en un asunto de peso político.
Las tortillas están 10 por ciento más caras que el año pasado, de acuerdo con el Inegi y quienes las venden dicen que aumentarán más. El sencillo alimento que es la base en la dieta nacional sube rápidamente de precio porque recibe un bombardeo de todos los insumos que se involucran en su producción, inclusive: el acero.
Quienes viven en Puebla son los afortunados ganadores de una circunstancia: están cerca del abasto nacional de alimentos y de otra proveeduría que viene de todos lados y ellos pagan apenas 11.60 pesos por cada kilo, revelan datos de la Secretaría de Economía a junio.
Pero los aislados habitantes de Mexicali desembolsan en promedio 21.43 pesos, detallan cifras oficiales. Estas indican que los habitantes de la Ciudad de México pagan este mes 16.20 pesos por el mismo kilo que el año pasado les cobraban a 14 pesos en el mostrador.
Sucede que el gas LP aumentó 30 por ciento en un año en promedio en el país, dicen datos del Inegi, primero en ciudades de la periferia del país y ahora los habitantes de la capital quizá ya lo notan a la hora de prender el ‘bóiler’.
La harina de maíz también aumenta de precio. Los productores advierten que en un año la tarifa se elevó casi 10 por ciento y a partir de julio podría crecer más, todavía. Una nota de Héctor Usla en El Financiero, detalla el asunto: https://bit.ly/3w1k2NP.
Gruma, fabricante de Maseca, reporta incrementos en sus ingresos de 17 por ciento en un año, en parte debidos a sus ventas de maíz, aunque también ha sido beneficiada de la comercialización de tortillas en Estados Unidos.
Minsa, otra participante, indicó que al final de marzo sus ventas aumentaron 13.2 por ciento en un año.
Sería fácil levantar el dedo y apuntar a estas dos compañías como culpables, pero el margen de utilidad o ganancias que reporta a la Bolsa no se ha movido en el caso de Grupo Maseca.
Habría que ver si no ha tenido algo que ver que en el mercado internacional el maíz aumentó 45 por ciento su precio en un año, detallan datos de Bloomberg.
¿Por qué aumenta? Sequías en Sudamérica y problemas similares en Estados Unidos, en donde incluso batallan con una plaga de saltamontes, influyen en la escasez del producto, justo cuando la gente intenta salir de la pandemia y en el proceso eleva su demanda de todos los productos provenientes de materias primas.
Es ahí en donde entra incluso un ingrediente inesperado en la tortilla: el acero.
¿Qué tiene que ver una aleación de metales en su precio?
Sepan que una de esas máquinas que muchos observan en movimiento mientras esperan su dotación, cuesta entre 160 mil y 240 mil pesos y casi en su totalidad está hecha de acero.
Es posible asumir que sus casi 300 piezas son indestructibles, pero su constante fricción y el contacto con la masa las desgastan y obligan al propietario a reponer piezas como esas mallas transportadoras, o algunas más sofisticadas como un ‘reductor’, a un ritmo de hasta 40 mil pesos anuales, de acuerdo con gente que sabe del negocio. Esos costos representan alrededor de 15 por ciento de los costos.
Es Celorio la empresa proveedora líder en el sector, que debe su nombre a su fundador Fausto Celorio, un experto fabricante de ‘máquinas tortilladoras’.
Pero aún esta compañía está expuesta a un incremento generalizado en el precio de los commodities. El índice de precios del acero de Bloomberg detalla que este indicador aumentó 38 por ciento en un año.
Una conclusión populista podría obligar al del changarro, al del maíz, al del gas o al del acero a que no aumenten sus precios, pero el problema es global, más profundo y no se resolverá con un ‘decretazo’.
Lo primero es no criminalizar al tortillero.
El autor es director general de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero.
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