Parteaguas

¿Odisea Burbujas?

En México existen hasta ahora cuatro ‘unicornios’: Kavak fue el primero, luego siguieron Bitso, Clip y GBM. Lo son porque su valor ya supera mil millones de dólares.

Parece fantasía, como la de esa vieja serie televisiva de los 80, pero sucede que en efecto esta es una historia de unicornios en la que algunos ven una burbuja.

El drama está en que hay mucho dinero. Eso es bueno, pero a juicio de quienes dicen apelar a la realidad, anuncia peligro.

Ustedes ya saben que en México existen hasta ahora cuatro ‘unicornios’: Kavak fue el primero, luego siguieron Bitso, Clip y GBM. Lo son porque su valor ya supera mil millones de dólares, basado en el precio en el que ya venden sus acciones.

Apoyado en parte en la imagen de su socio, el piloto Checo Pérez, Kavak viene por el mercado de agencias y ‘loteros’, esos vendedores de coches usados que desde hace casi 100 años hacen más o menos lo mismo: rentan o compran un lote de terreno y exhiben su mercancía recién lavada y encerada para venderla.

La nueva compañía hace más o menos lo mismo, pero con una diferencia importante: sus clientes se enamoran del coche, lo seleccionan, piden crédito y lo compran, todo, desde una App parecida al Facebook, en su celular. El carro es enviado a domicilio.

Para quienes nacieron después de 1980 eso es una chulada y muchos creen que eso vale mucho dinero. Es muy probable que tengan razón.

Los fundadores y los inversionistas de ‘unicornios’ no están realmente preocupados por cuánto crecerá la economía de México este año o el siguiente. El billón de dólares (trillion) que ya valen los negocios en el país, medidos en PIB, ya representan un pastel delicioso más grande que el de Suiza o el de los Países Bajos.

Ellos van por los sistemas ancianos. Si los sustituyen se quedan con el mercado, como Google se hace de la publicidad de los medios de comunicación o Airbnb de los hospedajes que antes sólo pagaba la gente a los hoteles.

Por eso trascendió GBM, que pese a la edad de la compañía pudo evolucionar a convertirse en una plataforma digital para, mediante el uso de un smartphone, comprar y vender acciones públicas de compañías que cotizan en la Bolsa.

De algún modo, la digitalización equivale a la antigua sustitución de la madera o la piel, por el barato plástico que ahora usamos en todo.

Por esa eficiencia, las empresas valen tanto dinero de repente en el mejor de los casos.

En el peor se trata de más expectativa que sustento.

El dinero de mexicanos afiliados en la Amexcap – asociación que reúne a inversionistas solitarios o agrupados en empresas con grandes fondos— se multiplica en el ánimo de buscar unicornios.

En 2010, sus apuestas de capital emprendedor sumaban 525 millones de dólares; el año pasado reunieron la friolera de 2 mil 312 millones y este monto crece a un ritmo anual de 16 por ciento.

Una razón está en que estos connacionales ya no son los únicos buscando innovación en México. Se cruzan con fondos que vienen del extranjero con la misma intención: buscar proyectos que les permitan aumentar el tamaño de su capital por la vía de nuevos negocios rentables. Y ése es el problema.

Hasta ahora es rara la startup rentable. No obstante, casi todas buscan un crecimiento explosivo. Narran la apertura acelerada de oficinas en México y otros países a un ritmo que cuentan en semanas, no en meses. Los años no existen en esas organizaciones.

¿Odisea Burbujas? Hasta la fecha solo los miembros de la Amexcap han invertido en 800 startups. No es posible saber en cuántos han apostado los extranjeros.

Ellos llegan con dinero de family offices inundadas en dólares repartidos como tortillas por un gobierno estadounidense que se endeudó para desatorar la economía durante esta pandemia. Otros traen capital de SPACS, fondos públicos promovidos en bolsas extranjeras que obtienen dinero con la promesa de hacer buenas inversiones.

Eso dispara el precio de las pequeñas empresas en nacimiento que en algunos casos rendirán frutos, pero en otros, quizá una mayoría, no alcanzarán el break even. Al final se trata en casi todos los casos de dinero de arriesgados inversionistas privados. Ya abordaré aquí una inquietante excepción mexicana.

Por ahora, expertos en venture capital como Alfredo Alfaro, decano consultor del sector, advierten: la premisa es generar expectativas y comprar realidades. El riesgo es para quienes compran solamente expectativas. Eso sí, dice él, anuncia una peligrosa burbuja sin personajes ficticios.

El autor es director General de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero.


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