La gente consume más y en sentido contrario irá el abasto ante un conflicto que pone en riesgo la producción de crudo: Una batalla en Europa –con lo atípico que eso suena para esta generación– en la que uno de los protagonistas amenazó este fin de semana con la opción nuclear.
Ante la crisis, el crudo subió de precio ayer, claro. Al cierre de esta columna, el Brent se ubicó en 102 dólares.
Pero atención, ante el peor enfrentamiento entre Rusia contra países occidentales desde la Guerra Fría, esta materia prima no alcanza un récord histórico.
Costó 144 dólares en el verano de 2008, cuando el mundo vivía en una relativa bonanza económica, justo antes de que la quiebra de Lehman Brothers destapara la mentira de una abundancia en los mercados financieros estadounidenses.
Incluso en 2014, el Brent todavía alcanzó precios superiores a 120 dólares. Pero en este 2022, el mercado sitúa aún lejos el mismo indicador. No hay respuestas claras de las razones, pero sí existen pistas.
Una la aporta la corriente empujada por los mayores inversionistas del mundo, como Blackrock, cuyo líder Larry Fink acentúa apuestas a empresas e industrias que puedan durar más tiempo sin dañar a la sociedad o el medioambiente.
Blackstone, otro gigante, va más a fondo. Fue una noticia que pasó de noche ante la invasión rusa en Ucrania.
Este actor importante en operaciones de gas esquisto o shale gas, informa en estos días a sus clientes que su brazo de capital privado ya no invertirá en la exploración y producción de petróleo y gas, reveló Bloomberg.
Apollo Global Management también ha retrocedido y su próximo fondo de compra no hará inversiones en combustibles fósiles.
El análisis de Blackstone incluye la opinión de que el mundo dependerá menos de la extracción de hidrocarburos para satisfacer sus necesidades energéticas.
Esta visión se traduce también en el precio de las acciones de gigantes petroleros.
ExxonMobil vale 25 por ciento menos con respecto a su récord de 2014 y la británica BP apenas la mitad respecto de su mejor año, 2006.
La alemana Siemens, que lucía más pequeña que las petroleras durante la década pasada, ahora vale más que cualquiera de esas dos compañías orientadas a la extracción de crudo.
Está subida en una estrategia de su país para reducir su dependencia nacional de hidrocarburos mediante inversiones arriesgadas en proyectos de producción de hidrógeno para uso vehicular.
El mejor ejemplo está en la región de Magallanes, en Chile. En el proyecto Haru Oni que comparte Siemens Energy con varias empresas internacionales, construye la primera planta integrada y comercial a gran escala del mundo para producir combustible neutral para el clima.
La guerra actual parece además amalgamar a los que hasta hace poco lucían como adversarios: un presidente estadounidense Joe Biden con una agenda de producción de energías limpias, que contravenía intereses de empresarios de su país, ahora recibe mensajes de unión de aquellos agremiados en la poderosa US Chamber of Commerce.
“La invasión de Ucrania por parte de Rusia es una violación grave del derecho internacional, una violación de la soberanía de Ucrania y una afrenta a nuestra firme creencia en un mundo en el que los países democráticos, siguiendo el Estado de derecho y el sistema de libre empresa, pueden ser libres y prosperar” –escribió su presidenta Suzanne Clark, la semana pasada–. ”La comunidad empresarial continuará apoyando a la Administración (Biden), al Congreso y nuestros aliados para garantizar una respuesta rápida y significativa a la agresión de Rusia”.
La agenda en favor de las energías limpias podría fortalecerse a partir de los desequilibrios globales que aún provoca el crudo, a decir de lo ocurrido en Ucrania.
Ya lo dijo Fink, de Blackrock, al inicio del año en una carta:
“Los próximos mil unicornios no serán motores de búsqueda ni empresas de redes sociales, serán innovadores sostenibles y escalables: nuevas empresas que ayuden al mundo a descarbonizarse y hacer que la transición energética sea asequible para todos”. Parece que, de superar esta crisis, la humanidad dependerá menos del petróleo. Ahí puede estar la razón de los ‘bajos’ precios actuales.