Parteaguas

¿Deberían repartir a todos acciones de Pemex?

¿Qué piensas de la posibilidad de repartir de un modo nuevo el capital y la democracia? Que por ley, la gente sea informada de los pros y contras sobre proyectos específicos y luego decida.

¿Deben los mexicanos tener acciones de Pemex? La idea no es nueva, pero la discusión tiene lógica. Si son los dueños, deberían recibir utilidades de ésta.

Esa discusión no ha llegado a buen fin y el gobierno en turno termina usando las ganancias operativas de la compañía para tomar lo que puede y dejar al último, cuentas en rojo para la empresa.

¿Pero qué pasaría si el Estado decidiera empezar una empresa de cero? Algo parecido, por ejemplo, a lo que el influyente economista Jeffrey Sachs propuso como: “Solarmex”.

Una compañía bajo ese nombre podría usar la energía fotovoltaica del Sol que baña el desierto de Sonora y Baja California, para generar electricidad que puede vender a ciudades como San Diego y Los Ángeles, que suelen pagar muy bien por ese servicio.

¿Qué tal si de inicio, el gobierno decidiera transferir el 30 por ciento de las acciones de esa compañía a los habitantes de la frontera norte? Al ser repartidos los ingresos desde un inicio, la discusión sobre su repartición convocaría menos pasiones.

En California circula desde hace tiempo esta propuesta. No exactamente relacionada con México, sino con las propias empresas de ese estado.

¿Qué pasaría si el 30 por ciento de las acciones de Google o Meta, la dueña de Facebook, estuvieran en poder de los ciudadanos de ese estado? Que por esa fracción de las compañías, cada uno de los 40 millones de habitantes de California habría recibido 750 dólares provenientes de las ganancias netas de ambas que sumaron en conjunto más de 100 mil millones de dólares en 2021.

Y eso es solo por dos corporaciones, en una región en la que las empresas poderosas se cuentan por decenas.

¿Por qué el capitalismo no es aceptado por todos? Una razón puede estar en que solo unos cuantos tienen acciones de empresas. Pocos se sirven de sus ganancias.

Esa hipótesis de una repartición más generalizada de los beneficios de las empresas será discutida esta tarde en la colonia Roma por el germano estadounidense Nicolas Berggruen, filántropo coleccionista de arte que vino a México a presentar un libro: Renovating Democracy: Governing in the Age of Globalization and Digital Capitalism.

Con él estará Nathan Gardels, coautor del texto cuyo prólogo fue escrito por el expresidente español Felipe González.

Los partidos políticos han desaparecido o ya perdieron su esencia en la mayoría de los países. En México los de oposición coquetean con la irrelevancia. Ayer, el PRI celebró eufóricamente su negativa pública al proyecto de una contrarreforma eléctrica del partido oficial.

¿Acaso hay algo más relevante que valga la pena recordar de la gestión tricolor durante este sexenio?

Eso no es muy diferente en Estados Unidos, me explicó Berggruen durante una charla, en donde la figura de un populista acabó con la personalidad del Partido Republicano.

Hoy los miembros del partido que llevó a Ronald Reagan y dos George Bush a la presidencia, se aferran a los mensajes radicales de un hombre que quiere salvarse de la acción de la justicia.

La democracia está herida en el mundo y vale la pena una discusión al respecto, como la que propone el hijo del fundador del museo Berggruen de Berlín, que resguarda obras de maestros como Pablo Picasso y Paul Klee.

En su libro, él sugiere el ascenso de una práctica bien establecida de referendos sobre decisiones de gobierno. Que por ley, la gente sea informada de los pros y los contras sobre proyectos específicos y luego decida.

¿Qué dicen sus colegas filántropos, dueños de fortunas, acerca de la posibilidad de repartir de un nuevo modo el capital y la democracia?, le pregunté.

Ellos parecen estar de acuerdo en que eso suceda… en el largo plazo. No necesariamente en el corto, reconoció. Por eso es necesario hacer reglas y empezar por discutirlas.

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