Esta semana resaltarán en medios y redes sociales predicciones sobre lo que está por ocurrir por el mundo. Es el efecto Davos.
Lo que está en duda es el impacto de dichos análisis, ahora que el Foro Económico Mundial luce desinflado. Pero uno que cobra fuerza es el denominado impacto de la triple ‘C’.
En 2009, cuando el mundo parecía desbaratarse como consecuencia de una crisis financiera iniciada al año previo en Nueva York, Ernesto Zedillo pedía salvar a cualquier costo el sistema financiero. El expresidente mexicano que muchos etiquetaron como ‘globalifílico’ sostenía el micrófono durante una sesión repleta de la Reunión Anual del Foro Económico Mundial, justamente en Davos, el pequeño pueblo suizo del tamaño de San Miguel de Allende.
Él acumuló experiencia de las consecuencias de la inacción. Lidió con los bancos en México durante la crisis que despertó en diciembre de 1994. El famoso ‘error de diciembre’. Si la gente no puede pagarse entre sí, la economía colapsa y la pobreza estalla.
Lo que sucedió después del discurso de Zedillo en Davos fue el mayor rescate que los contribuyentes estadounidenses han pagado en favor de los bancos de su país.
En días de Barack Obama, el gobierno les prestó miles de millones de dólares a cambio de pagarés, muchos de los cuales hasta hoy conserva, en espera de que esas instituciones recompensen la gentileza ciudadana.
También en 2009, el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, cargado con un portafolio en una mano y papeles en la otra, recorría los pasillos que dividen los salones del Centro de Congresos de Davos, tratando de dimensionar el tamaño del golpe que recién recibían los mexicanos con un dólar que se había disparado de 10 a 14 pesos, sin aviso previo.
A su alrededor, cientos de empresarios cerraban citas en espera de hacer tratos. Algunos querían vender la empresa, otros sabían que era el momento de comprarlas.
Entre los mexicanos destacaba José Antonio Fernández Carbajal, presidente de FEMSA, quien consolidó el avance de esa caja de herramientas que es OXXO y que se extiende ahora hacia Sudamérica.
Este año no hay una crisis de esa dimensión. La actual es probablemente más grande.
Las crisis financieras como la de México en 1995 o la de Estados Unidos en 2008 fueron más ruidosas porque pararon momentáneamente el flujo de dinero. ¿Quieres dólares? Sí tengo, pero son carísimos.
El reto actual no es por disponibilidad de billetes, esos abundan cuando, de nuevo Estados Unidos, presionó botones para que aparecieran, esta vez no miles, sino millones de millones (trillions) de dólares en las cuentas bancarias del mundo en afán de salvar una economía que se trabó durante la pandemia.
Nuevamente, pagarés, pero esta vez a costa de una inflación que hoy todos encaran.
La nueva crisis es identificable con el acrónimo ‘CCC’: Coronavirus, conflictos y clima, destacó ayer Pamela Coke-Hamilton, directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés), enfocado en atender a pequeñas y medianas empresas del mundo. De esos tres impactos, el definitivamente permanente es el tercero.
Pueden ver este huracán como un gran riesgo o como una oportunidad. Así prefiere catalogarla Loic Tassel, presidente en Europa de P&G, quien compartió con ella el panel llamado ‘El futuro de la globalización’.
Hace tres años, la cadena de suministro no estaba en la mente de los directores generales, que la daban como un hecho. Pero los cierres constantes de los puertos de China al intentar erradicar la pandemia en ese país y la guerra en Ucrania que ya afectó a los alimentos, evidencian la necesidad de acercar a los proveedores.
“(Ahora) el 90 por ciento de lo que se venda en Europa será producido en Europa”, avisó Tassel, representante de esa compañía que atiende a 5 mil millones de personas en el mundo con marcas tan poderosas como Ariel, Oral B o Pantene.
Eso brinda confiabilidad y reduce emisiones en los envíos, lo que ayuda al planeta.
Envejecido regresa el WEF esta semana con su tradicional reunión anual, detenida dos años por la pandemia.
Este centro merece críticas, pero también el reconocimiento de provocar análisis conjuntos que de otra manera cada quien haría por su lado, desorganizadamente.