En casa somos Tigres. Más por compromiso, que por corazón. Pero el pequeño Muno preguntó el otro día quién es el director técnico del equipo. Me quedé mudo por 10 segundos, tratando de encontrar la respuesta en mi cabeza.
¡El Piojo! Alcancé a decir, sin atinar al nombre real del personaje del que es tal vez, el entrenador de futbol más conocido de México. Luego el silencio vino de él, con un gesto de incredulidad y decepción. Finalmente, soltó ¡Somos Tigres!, caramba. ¿Cómo no vas a saber eso?
Debí sacar el celular y recurrir a Google. La máquina me reveló las palabras correctas: Miguel y Herrera. También, que el equipo representativo de los colores de la UANL --mi alma mater-- va en primer lugar del torneo y que este fin de semana enfrenta (eso sí lo sé) a su némesis: el Pachuca. De los últimos 5 juegos, los norteños solo han ganado uno.
Hay un país solitario para quienes no nos enganchamos con el futbol.
Esa indiferencia nos convierte en irrelevantes personajes a la hora de la carne asada.
Peor aún, no te tachan de pelmazo, sino de arrogante y te dejan sin más, allá en una barca imaginaria, mientras los demás se dan de gritos alrededor del asador que hace las veces de playa y foro.
Francamente no me atrae la conversación de comentaristas improvisados que pelean por un cuatro tres tres o por un cinco dos dos uno, como la aritmética que va a colocar a esta nación a la vanguardia de la ciencia global. Vaya, quiero a mis amigos, pero me vale madres su futbol.
Yo estoy encantado con Checo. No desde hace mucho, debo confesar. Pero el dramón que resultó su cercanía con el desempleo cuando iban a echarlo de la Fórmula 1 y luego su caída en blandito como compañero del campeón Max Verstappen, derivó en una historia carnada que me impide soltar el anzuelo.
Desafortunadamente, mis amigos ya me regresaron a la barca. Este fin de semana no hay carrera, ni la siguiente, ni la próxima.
Sergio Pérez no regresará a su Red Bull sino hasta el último fin de agosto, para fastidio de quienes estrenamos recientemente la alarma de domingo a las siete de la mañana en el celular y nos hemos quedado con la costumbre de abrir los ojos a esa hora.
Nos restregó su ausencia ayer con una selfie suya parado, curiosamente, en la proa de una embarcación. En la imagen aparece su familia, incluido su padre en una actitud digna del… padre de Sergio Pérez.
¿Por qué tanto escándalo por la Fórmula 1? Imaginen, de nuevo, el asador.
Por supuesto que hay momentos en los que parece que no pasa nada. Pero de pronto, todo cambia.
Un chorizo cae a las brasas, empieza la humareda, por querer sacarlo olvidas las tortillas que te habían pedido calentar, porque lo que debes impedir es que se te seque el ribeye. Buscas la olla en donde pones los espárragos que están listos. Ese contenedor de metal todavía está en la cocina, pegas un grito para que alguien te la pase. Sale el chorizo, pero ahora se te cae una tortilla, tomas las pinzas que olvidaste demasiado cerca del fuego y de pronto asas… la palma de tu mano. ¿Qué está cerca? Una cerveza fría. Ah, la calma. Pura adrenalina.
En las carreras de domingo hay literalmente más de 100 tipos cuidando un “asador”. Muchos de ellos ingenieros, y varios con doctorado.
La diferencia entre coches no es de un gol, sino de una décima de segundo. Mover un alerón un milímetro hacia arriba u obligar al piloto a que haga pipí antes de subirse para bajar unos 100 gramos de peso al auto, puede ser la diferencia entre empezar primero en la pista o ir a pelear con la manada por un pedazo de pavimento en la primera curva.
En la Fórmula 1 no hay faltas fingidas, los roces acaban con lámina y alma contra la barda. Lo que se juegan es la vida y millones y millones de dólares, empezando por el motor del auto que vale unos 10.
Por eso, Muno, no vengas con quién dirige a los Tigres. Platiquemos de lo bueno que fue para Checo que no haya cambiado la mala suerte del pobre Leclerc y su Ferrari. Así de duro este circo que traslada toneladas de espectáculo por el mundo.
Hablemos de que esta vez hay cinco que pelean por ese segundo lugar de un campeonato encabezado por un hombre holandés que literalmente, hace lo que nadie más en el planeta puede hacer. ¡Eso es! Lo que hacen es literalmente “extra-ordinario”.
¿Patear una pelota trotando en un hermoso prado verde? Bueno, a cada quien su esencia.