El dato es un aumento de 11.8 por ciento en este mes, pero ya iremos a eso.
Antes les cuento de Daniel. Es un abogado exitoso que despacha desde un alto edificio de la Ciudad de México.
Suele madrugar incluso entre semana con la intención de “subir” unas horas a alguno de los cerros del Ajusco, en su bicicleta. Le gusta la montaña, pues.
La oficina que rentó tiene vista a los volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Más bien, la vista que tuvo… pues me dice que a veces, ya solo a veces, puede ver a “la mujer dormida”.
Siempre hubo contaminación, pero la cortina se cerró, dice, a partir de que la CFE empezó a generar electricidad con combustóleo. A ver quién valida o descarta su hipótesis.
Lo que sí dejamos de ver, al menos este año, son incrementos razonables en el precio de la electricidad, cuya distribución continúa bajo el control monopólico del gobierno.
Es como para echar otro grito. Casi 12 por ciento aumentó en 12 meses contados hasta la primera quincena de septiembre, de acuerdo con datos revelados por el INEGI ayer. Eso está por arriba de la inflación general.
Como comparación, en ese mismo lapso la gasolina Magna aumentó 6.9 por ciento, detenida artificialmente con ayuda del dinero de los ciudadanos. Lo de ese combustible es un efecto conocido, pero lo que no se había presentado es un aumento en las tarifas de la CFE de la dimensión actual, al menos en lo que va del sexenio.
En ese periodo de 2019, 2020 y 2021 la electricidad aumentó su precio 1.46, 3.06 y 5 por ciento, respectivamente, de acuerdo con datos del INEGI, que son los mismos que le pasan al presidente.
Hasta aquí no hay queja sino mera descripción. Ahora hay que tratar de entender la razón.
Durante este siglo, México elevó la dependencia del gas natural para la generación de energía eléctrica.
Ese producto se disparó con la guerra en Ucrania y hoy vale 97 por ciento más que hace 12 meses, de acuerdo con el índice estadounidense Henry Hub, que es buena referencia para México.
Una Ley de Transición Energética propició desde la década pasada que el país se moviera hacia el uso de energías renovables como la eólica, cuya presencia visible en enormes aerogeneradores, disgusta al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Hasta ahora no se sabe de incrementos en el precio del viento y eso ayuda a contener contaminantes y tarifas. Pero no le gusta y ya.
En esta administración, bajo la lógica de la secretaria Rocío Nahle, cambió la ruta. Manuel Bartlett insistió en usar motores de combustión interna en vez de esos enormes “ventiladores” cuya producción, argumenta, es impredecible. Así, el director de la CFE instó a su equipo a usar justamente combustibles.
Lo que son las cosas. Eso ayudó a Pemex, que ya no tenía en dónde poner los desechos de su producción de gasolina. Es precisamente el combustóleo una parte de lo que sobra cuando ya sacaron lo de valor en el crudo.
Ahora observen lo que pasó con el precio justamente del combustóleo. Pemex aumentó su precio 135 por ciento en un año, de acuerdo con sus datos.
Un producto que en otras naciones ya es basura, aquí duplicó su precio en este 2022 y todavía fue un poco más allá. Para bien de Pemex, su demanda nacional no cae. Adivinen qué empresa figura entre sus clientes.
Ahora sí, la opinión: La elevación de los precios de “la luz” evidencia que una gestión enfocada en consumo de combustibles impone un riesgo a los consumidores. Estos quedan a merced de la impredecible variación de precios de los mismos.
Luego está el asunto del ambiente. Daniel puede ser cualquier chilango, como los que nacimos en la Colonia Roma. Nos gustaría ver los volcanes como los vimos ayer, pero todos los días.