Entre todos los que ya hay, viene un cambio que se meterá a la casa. Elon Musk está a un paso de quedarse con Twitter y eso parecería un asunto de continuidad, como que las cosas van a seguir igual. Nadie debe confundirse.
Los medios se enfocan en los 44 mil millones de dólares que va a costarle al joven magnate la transacción. No es poca cosa. ¿Pero si tuvieran capital, cuánto pagarían ustedes por saber lo que piensa la gente del mundo en todo momento?
Lo que Elon Musk está a punto de conseguir es la conexión entre su tecnología y el cerebro de millones de humanos, lo que dicen, y pronto… lo que sienten.
Neuralink, otra de sus compañías, trabaja con dispositivos que se conectan al cerebro de animales y potencialmente de la gente.
Eso puede servir para conectar un brazo biónico a una persona que perdió el suyo por un accidente. También podría, digamos, facilitar el acceso a sentimientos o reacciones naturales con solo acceder a tener conectado un aparato, detrás de la oreja, que portemos a todas partes.
¿Nadie aceptaría? Cuando llegaron los celulares, la gente solía apagarlos de noche. Hoy los smartphones les acompañan hasta al baño. Todo es cuestión de incentivos.
Toda la tecnología que puede hacer apetecible esa aceptación a conectarnos al internet ya se vende.
Ray Ban sacó junto con Facebook unos lentes que permiten grabar video que puede subirse en tiempo real. Lenovo trajo otros que funcionan como pantalla justo sobre la nariz.
Todo lo anterior es accesorio y es la conexión entre la gente y la máquina. Es lo que sigue a los smartphones.
Elon Musk piensa que esos teléfonos que ustedes portan en la bolsa son ya tecnología pasada. No existe tal cosa como un “Tesla Phone” en proceso.
Pero aparte de lo que tiene que ver con la conexión de nosotros con el internet, está el tema de lo que viene para Twitter.
Musk advierte que quien dirige esta red social no debería de emitir juicios. ¿Algún político dijo algo “inadecuado”? ¿Inadecuado para quién? Si es inadecuado debe decirlo una ley y no una empresa. Eso implica, desde la perspectiva de Musk, que los diputados y senadores de cada país hagan su trabajo.
Si algo no debe estar en Twitter, que salga por legislación. Que la gente a través de su gobierno lo defina. Lo demás, es libre expresión.
Si se concreta la compra, podemos esperar entonces, que la gente esté conectada no solo a través de sus dedos como lo hace hoy con su smartphone, sino también por la vía de sensores vinculados a través de una vena detrás de la oreja.
La conexión de lo que pensamos, sentimos y escribimos en un “tuit”; todos los datos que eso genera, a disposición del hombre que ha mostrado más habilidad para usarlos. Nada más. La combinación traerá un ajuste, sin duda.
Han usado o escuchado de TikTok. ¿Vienen otras redes sociales? Por supuesto.
“Papá, ¡conocí al próximo Mark Zuckerberg!”, dijo la hija de Rakesh Mathur cuando conoció a los fundadores de Fizz, una red que permite el acceso a universitarios que forman clubes de su propia escuela y puedan lanzar mensajes anónimos acerca de lo que ahí ocurre.
De acuerdo con TechCrunch, Mathur, fundador de 10 nuevas empresas e inversionista desde hace mucho tiempo, invirtió inicialmente 750 mil dólares en Fizz. Un año después, la red social cerró una ronda de 4.5 millones de dólares.
Facebook está bajo amenaza y su matriz, Meta, ha decidido empezar con despidos.
Twitter, bajo el mando de Musk, ocupará un lugar más relevante. Con lo que invierte ahora Musk, no se limitará a esperar que la gente suba mensajes furiosos contra Trump o de AMLO o videos de gatos y Kardashians.
El fundador de Tesla analiza un escenario más grande, como cuando propone el modo de acabar con la guerra en Ucrania.
Lo de Twitter, si se concreta como ayer parecía que sucederá, puede cambiar la política y los negocios del mundo, sin exagerar.