Parteaguas

Lo que está a punto de ocurrir, Twitter

Elon Musk piensa que la libertad de expresión es, o no es. Sin medias tintas. Incluso si esa apertura conlleva la difusión de mensajes que dividen naciones.

Primero fueron cosas como ésta: “Cualquiera que crea que sabe lo que es mejor para 300 millones de personas es un imbécil titánico. Así que votamos por el rey de los imbéciles”.

Es uno de los antiguos tuits de una cuenta que ganó un par de millones de seguidores solo por ser brillantemente sarcástica. Es una de mis cuentas favoritas: @shitmydadsays.

Luego, Twitter se convirtió en una colección de pensamientos. Transparentes muchos; transparentes y de interés oscuro, los otros.

Quienes gobernaron esta red social y se atrevieron incluso a echar del “club” a un expresidente estadounidense, salieron de ahí este fin de semana. Comenzando por su ahora exlíder, Parag Agrawal.

Ahora, Donald Trump se prepara para un muy posible regreso a Twitter. Él y otros personajes que han trascendido por golpear, a quien les interesa golpear.

Elon Musk piensa que la libertad de expresión es, o no es. Sin medias tintas. Incluso si esa apertura conlleva la difusión de mensajes que dividen naciones.

¿Qué quiere Musk al comprar Twitter? ¿Dinero? No parece.

Para los mortales, es más que tentadora la cifra de 5 mil 228 millones de dólares que esa compañía ha vendido durante los últimos 12 meses.

Pero esa red social no funciona con una computadora, solamente. Tiene un montón de gastos y consecuentemente esa famosa empresa no deja ganancias. En un año contado hasta junio, acumulaba pérdidas por 324 millones de dólares.

¿Podría Musk darle la vuelta y convertir Twitter en un gran negocio? Posiblemente. Pero eso representaría una distracción de su principal tarea: Tesla, la vendedora de coches eléctricos y baterías, que ya le entrega más de 11 mil millones de dólares de puras utilidades netas anuales. Directo a la cuenta bancaria de los accionistas o propietarios.

La red social no parece atractiva por el negocio que pueda representar directamente.

Como en el resto de los proyectos de Musk, todo parece estar conectado. SpaceX, su empresa de envíos espaciales está vinculada con los satélites de Starlink, la otra que tiene para ofrecer internet desde el exterior del planeta.

Ésta a su vez, puede conectar los vehículos Tesla, que posteriormente podrían funcionar con instrucciones enviadas desde la mente por medio de nuevos dispositivos (brain machine) creados por Neuralink, la compañía que el magnate creó para conectar el cerebro con internet, sin necesidad de usar las extremidades.

Es un ecosistema cibernético en el que hace falta un cerebro universal. Un súper humano que sepa cómo piensan todos. Con todo y mugre. Twitter se acerca mucho a eso. Y funciona sin parar, 24 horas de los siete días.

Se necesitaría que alguien muy listo sepa qué hacer con esa base de datos. Elon Musk se acerca también mucho a eso.

Ahora, la plataforma con el poder de cambiar el destino político de regiones está bajo el mando de un hombre que tiene intenciones como la de sustituir todas las fuentes de energía por solamente dos: el sol y la nuclear. Eso es quizás, un lado positivo.

Los lados negativos de tal acumulación de poder, estamos por conocerlos.

Lo que está a punto de ocurrir con Twitter es posiblemente la conexión máxima entre lo que la gente piensa y lo que termina ocurriendo en el mundo.

Ayer, GM canceló por lo pronto su publicidad en esa compañía, aunque aclaró que sus cuentas para postear permanecerán activas.

Estará a la expectativa. Incluso una empresa de ese tamaño, guarda sus reservas. Todos deberíamos hacerlo.

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