Cuando se trata del negocio petrolero todos los datos de dinero son enormes, pero Shell vendió “barata” la refinería texana de Deer Park a Pemex.
La cifra oficial del costo es de 596 millones de dólares y eso es apenas una fracción de los más de 12 mil millones que los mexicanos pagarán por la refinería de Dos Bocas.
¿Por qué la vendieron en “ganga”? Cuando menos hay tres razones simples:
Uno. Pemex ya era propietaria de la mitad de esa fábrica de gasolina y combustibles; a Shell le urge deshacerse de viejos proyectos contaminantes, pues el gobierno holandés vigila que reduzca emisiones de carbono y… porque Shell no vendió todo Deer Park.
Esto no es una revelación, desde el principio quedó claro que la empresa europea sólo entregaría el negocio de refinación, pero no el de petroquímica.
Ustedes, como todos, tienen una relación de amor y odio con el plástico. Están hartos de verlo en la playa o en las banquetas, pero hoy muy probablemente compraron algo con empaque hecho de este material.
Si hubo una edad de piedra, esta generación será recordada por una enorme capa de plástico por los futuros antropólogos. Shell va por ese negocio.
El director general de la empresa, Ben van Beurden –un maestro en ingeniería química por la Universidad de Tecnología de Delft, en los Países Bajos– ya explicó que ellos se encargarán de surtir.
“Estamos en el proceso de poner en marcha una planta de polietileno muy grande en Pensilvania que nos daría un tipo diferente de exposición a diferentes mercados, diferentes márgenes”.
“Polietileno” es una palabra familiar y ajena al mismo tiempo. Sabemos que tenemos algo de eso en casa, pero no cualquiera puede explicar qué es exactamente.
El petróleo se extrae junto con el gas con el que estuvo almacenado miles de años. Este gas natural tiene dos componentes clave: metano y etano. Mediante procesos industriales, el etano puede ser convertido en etileno y éste en polietileno, que a su vez termina, por ejemplo, en envoltura de sándwich. Ése, el polietileno, es uno de los principales petroquímicos.
Esta administración de Pemex recibió una producción ya a la baja de esos productos, que en 2018 contaba todavía 3.7 millones de toneladas y no para de caer. En 2021 había bajado a 2.2 millones y este año, hasta septiembre, su fabricación de petroquímicos alcanzó 1.6 millones de toneladas, de acuerdo con los datos de la empresa estatal.
¿La razón? Pemex apuesta por la producción de gasolina en ánimo de alcanzar una “independencia energética”, pero no hay inversiones similares en el otro negocio. Olviden por un momento si va a haber demanda de coches a combustión en la siguiente década. Una duda ahora es: ¿cómo va a crecer la dependencia de petroquímicos?
Dice McKinsey que mucho. De acuerdo con lo que explicó recientemente esta relevante consultora estadounidense, lo más seguro es que quien hace negocio vendiendo insumos para la creciente producción de fábricas de Mattel, Lego, Ford, BMW, Samsung y la que digan… no es Pemex.
“México ahora depende de importantes importaciones de productos químicos para respaldar su industria manufacturera local”, expuso tajantemente McKinsey en un documento llamado “Reimaginando la Industria Química de México”.
Hoy, las exportaciones estadounidenses de etano a México son 287 por ciento mayores que las de 2018, como muestra de que alguien sí está consumiendo esa materia prima.
¿Hay oportunidades? Desde luego, pero tocarán a la siguiente administración gubernamental, que quizás puede ser más receptiva a ideas. Mckinsey propone aprovechar las reservas nacionales de gas y de población dispuesta a trabajar; la infraestructura existente de reciclaje y los recursos de energía renovable.
Eso debería complementarse con inversiones en petroquímica y en proyectos de economía circular (por ahí anda uno circulando en redes que promete convertir plástico desechado en gasolina). Es eso, o cambiar las importaciones de gasolina por las de plástico, otro modo simplemente de “vender naranjas y comprar jugo”, como ocurre hasta ahora con el petróleo y la gasolina.