Serán directores de grandes bancos quienes acudieron a la reciente Convención Bancaria, pero parecen rebasados por el director de una empresa mediana en México que presume de “vivir” 27 minutos en el futuro.
No es que el individuo en cuestión sea dueño de un DeLorean con capacidad de viajar en el tiempo, es que asegura que puede predecir con alta probabilidad cuándo y dónde van a asaltar ese camión que va por la carretera, 27 minutos antes del atraco, en promedio.
Por eso, dice Christian Rauda, tiene entre sus clientes a las marcas que llenan la alacena de ustedes con leche, pan, papas y galletas por medio de tráileres y camioncitos de reparto.
Lo suyo es llanamente “ciencia de datos”, la acumulación de cifras como kilómetros, horarios, fechas y actividades ilícitas registradas en años recientes en un punto geográfico, digamos, entre Puebla y Veracruz, llamado Nueces.
Quien tiene los datos, tiene el poder de venderlos mediante un servicio de seguridad. La empresa aludida es AI27, que promete avisar al chofer a tiempo para que se desvíe o enfrente el reto.
Si lo encara por las prisas, el equipo de Rauda lanza un drone para que lo siga. Si lo asaltan, avisa a autoridades que pueden dar con los delincuentes y recuperar lo perdido.
Claro, todo lo anterior lo promete esa compañía. Puede que todo eso sea cierto.
El asunto es que a la fecha, no hay banco que usando su app alerte a sus clientes, por ejemplo, sobre horarios y lugares peligrosos, para que se desvíe y no aborde, pensemos, ese camión en el cruce de Reforma y Bucareli a las siete de la noche.
A lo mejor hay buenas intenciones, pero tampoco hay un grupo financiero que en pleno siglo XXI, asegure a sus cuentahabientes que si no incurren en imprudencias, pueden despreocuparse totalmente de la ciberdelincuencia. Estamos en el país en el que todavía se limpia el chip con “sudorcito” para que pase la tarjeta.
Para la Convención llevada a cabo en Mérida, la Asociación de Bancos de México pagó los viáticos a Brett King, individuo que se promueve como “futurista, fundador, presentador de programa de radio/podcast, salón de la fama de fintech, personalidad de los medios”.
Todo lo anterior para que durante una conferencia llena de lugares comunes llamada “Banca: transformación o extinción”, les dijera: si no usan inteligencia artificial, su banco va a morir.
Pudieron ahorrarse sus posibles honorarios leyendo en voz alta textos como el publicado esta semana por un señor que solo necesita su nombre: Bill Gates.
Lo intituló: La era de la IA ha llegado (https://www.gatesnotes.com/The-Age-of-AI-Has-Begun).
“Pienso en los primeros días de la revolución de la informática personal, cuando la industria del software era tan pequeña que la mayoría de nosotros cabíamos en el escenario de una conferencia. Hoy es una industria global”, recuerda el magnate en su escrito.
“Dado que una gran parte (de la gente) ahora está poniendo su atención en la IA, las innovaciones llegarán mucho más rápido que lo que experimentamos después del avance del microprocesador. Pronto, el periodo previo a la IA parecerá tan distante como los días en que usar una computadora significaba escribir en un indicador C:> en lugar de tocar una pantalla”, advierte Gates.
Por supuesto que los bancos invierten en tecnología, en pedazos. Algunos pagan los servicios de Incode para que su celular reconozca su rostro y ustedes puedan acceder a su cuenta.
Otros invierten en los de Mambu, un sistema que agrupa todos los servicios de la banca para que funcionen en cualquier dispositivo o en la sucursal, un asunto al que regresaré luego.
Pero la comodidad de la concesión permite a los bancos del mundo –no solo a los de México– enfocarse lo mínimo indispensable para cumplir con sus accionistas y no hacer enojar a los reguladores o a los legisladores.
Dejan al cliente en segundo lugar, por eso es que la tecnología independiente financiera o eso que llaman ‘fintech’, vendrá con más fuerza con el uso de la inteligencia artificial. Porque ellos tienen los incentivos de ganar a los bancos, y para sus rivales, el mayor riesgo es la comodidad. Ya les contaré de un caso que me platicaron justamente, durante la Convención Bancaria.