¿Qué les pasa a las empresas más prósperas de México? Se estancan, pierden valor aceleradamente frente a las de otros países y sus dueños no lucen muy preocupados. Antes de entrar al asunto, vean los datos.
El valor de las empresas mexicanas más relevantes creció 11 por ciento en cinco años contados hasta ayer. ¿Y los vecinos? Las empresas brasileñas en el mismo lapso lo elevaron 60 por ciento, considerando para ambos casos su índice más importante: el IPC de la Bolsa Mexicana de Valores y el IBovespa, de Brasil. Y miren que ambas naciones han tenido “pachanga” política.
En el extremo están el Dow Jones que creció 41 por ciento y el Índice Nasdaq –de las empresas tecnológicas– que aumentó 114 por ciento.
A los inversionistas locales e internacionales no les emociona comprar acciones de compañías mexicanas, con todo y nearshoring. Por eso no aumentan mucho de precio.
¿Y eso a mí, qué? Pues que los dueños de éstas que los incluye a ustedes si tienen una Afore, no recuperan ni el golpe de la inflación que en 5 años fue de 30 por ciento.
¿Qué empresas son? Todas las que conocen. Las que administran negocios de TV, aeropuertos, minas, alimentos, servicios de internet, restaurantes, etcétera.
Las compañías nacionales están en una crisis de generación de valor, no proponen servicios ni productos relevantes nuevos cuando el mundo se vuelve loco por cosas como los autos eléctricos autónomos y la llegada de la realidad aumentada. Acá seguimos haciendo puertas y partes para motor.
No hay interés de los principales accionistas de esas empresas por apostar a la innovación y pelear por nuevos mercados. Eso, en un contexto de disrupción acelerada por la inteligencia artificial, tiene un altísimo costo: el empobrecimiento del país. ¿A ustedes qué tan seguido les aumentan el salario?
Lean la opinión que tienen en JPMorgan, el banco más importante de Estados Unidos y uno de los más optimistas en torno al nearshoring en México:
“La poca inversión en I+D sugiere que el objetivo de exportar nuevas tecnologías no es realista para México”. A eso sumen lo que ya sabemos: “Es poco probable que los planes en curso para centralizar el poder, debilitar las entidades autónomas y alienar la inversión privada ayuden a las ambiciones de atraer una producción regional fraternal”.
Es un problema grave y compartido. Muchos de ustedes le sacaron la vuelta a las matemáticas y a la ciencia. Los mexicanos trabajan mucho, pero producen cosas baratas; los dueños de fortunas, en el otro carril, temen a invertir en planes que pueden triunfar… o fracasar.
Es más seguro comprar acciones de empresas de otros países que ya tienen participación de mercado y siguen creciendo (Tesla, Apple, Iberdrola, etcétera), con eso, muchos patrimonios también aumentan su tamaño. Patrimonios personales, no nacionales.
¿A dónde nos lleva eso?
Hay un indicador poco usado en México: terms of trade, le llaman los vecinos.
Se utiliza para calcular la salud económica de la balanza comercial de una nación. Es la diferencia entre lo que exporta y lo que importa un país.
En esta ruta, la gente de esta nación terminará trabajando más (más horas, más esfuerzo) para comprar lo que otros países producen. ¿Sienten ya muy caros los Iphone o los coches eléctricos? Sucede que acá vendemos pan, focos o papel y es necesario hacer mucho papel para comprar un teléfono inteligente. Si la cosa fuera al revés y acá estuvieran los dueños de las marcas de smartphones ustedes comprarían focos o papel botados de la risa.
Pero no es la realidad. Y lo que importamos desde otras naciones no es solo la marca Hyundai o Louis Vuitton, a veces son vacunas o antibióticos en los que también hay innovación que seguimos cambiando por productos muy básicos.
Eso no cambiará en tanto los mexicanos no aprendan habilidades que les permita cobrar más y las empresas nacionales no inviertan en innovación que les abran mercados afuera. Eso se llama productividad y está como nuestro futbol. De la patada.