Hasta el miércoles, México formaba parte de la mayor potencia económica regional del mundo. Se llama Norteamérica y le complementan Canadá y Estados Unidos, que juntos controlan una cuarta parte del comercio mundial.
Ahora, su unión parece caer al segundo lugar.
Ayer, el grupo denominado BRICS aceptó nuevos miembros en su club conformado originalmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Sumaron a Argentina, Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos y en conjunto representan un tercio de la economía mundial.
El impacto sería irrelevante, si no se tratara de una evidencia más de que la influencia de Estados Unidos pierde fuerza en el mundo. Es un asunto relevante en días en los que el mayor socio comercial de esa potencia es representado por los mexicanos.
Veamos las lecturas que dieron varios medios del país vecino al aviso llegado desde el otro lado del mundo:
Bloomberg informó que “algunos de los principales aliados de Estados Unidos en Medio Oriente (Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto) se unirán al grupo BRICS de importantes mercados emergentes, lo que complicará la geopolítica a medida que se acerquen a la órbita de China y Rusia”.
“La medida señala la determinación de las naciones del Medio Oriente de reforzar su estatus como potencias medianas evitando al mismo tiempo tomar partido en un mundo cada vez más dividido entre Washington y Beijing. Estados Unidos ha tratado de restar importancia a la expansión de los BRICS”.
Aparte, un análisis de la misma agencia elaborado por Tom Hancock y Mike Cohen, fue retomado por The Washington Post.
Éste resaltó que el grupo BRICS pasó de ser un eslogan ideado en 2001 por el economista Jim O’Neill en la banca de inversión Goldman Sachs, “a un club del mundo real que controla a un prestamista multilateral”.
Ahora amplía sus filas para unir a algunos de los más potentes productores de energía del mundo con los mayores consumidores de los países en desarrollo, lo que potencialmente mejora su economía e influencia.
“La expansión también da al bloque, que probablemente pasará a llamarse BRICS+, más margen para desafiar el dominio del dólar en el comercio de petróleo y gas cambiando a otras monedas”.
Eso no tiene de inicio una lectura positiva para México, un país en el que la mitad de la economía depende de la nación vecina al norte.
Allá van las exportaciones de coches como Ford, GM y próximamente, Tesla… y desde el norte también llegan dólares que reciben familias por la vía de inversión directa y remesas.
La cosa es que los políticos republicanos de Estados Unidos parecen esforzarse en motivar la animadversión del resto del mundo, desde los días de Donald Trump como presidente.
Consideren como ejemplo las frases surgidas entre los aspirantes a la candidatura presidencial de ese partido, durante un debate que abrió la discusión en torno a quién los representará en su competencia de 2024 contra el partido demócrata de Joe Biden.
A pregunta expresa, Ron De Santis dijo que de llegar a la presidencia de su país enviará tropas a México para detener el flujo de fentanilo hacia el norte.
“Sí, lo haré desde el primer día”, advirtió el actual gobernador de Florida el miércoles por la noche en Milwaukee.
“El presidente de Estados Unidos tiene que utilizar todos los poderes disponibles como comandante en jefe para proteger a nuestro país y proteger a su pueblo. Entonces, sí, usaremos fuerza letal para detenerlos”, subrayó.
No es comparable aún el vínculo entre los BRICS+ y la alianza entre las naciones norteamericanas, unidas entre otras cosas por un tratado de libre comercio que permite que intercambien productos sin pagar aranceles.
Pero es innegable la creciente debilidad de un discurso de libre mercado y democracia defendido por los estadounidenses, motivada en buena medida por acciones de sus propios ciudadanos.
Eso es riesgoso cuando entre los BRICS la excepción es justamente la de países cuyos líderes fueron electos justamente por la vía del voto.