Digamos que no hay sorpresas. En un escenario así, a México le espera una oportunidad de más empleos, de razonable crecimiento económico por la vía de fábricas que se instalan en el país para exportar a casi todos lados. Eso ocurre, misteriosamente, mientras nos hacemos caros. El superpeso está 25 por ciento por encima de su cotización frente al dólar de 2021. Por eso la positiva historia del nearshoring tiene también una parte menos vista: la fila de sectores que pierden clientes, por caros.
El Inegi publicó el lunes su Indicador Mensual de la Actividad Industrial que revela un saludable 4.4 por ciento de crecimiento anual en términos reales con datos de enero a julio de este año, comparados con el mismo periodo del 2022. Las fábricas ganan en general. Pero hay que explicar entonces, por qué en la misma tabla hay indicadores con estos porcentajes negativos: -14.8 por ciento; -10.4 por ciento; -10.8 por ciento; -8.6 por ciento.
Corresponden respectivamente a los datos de mexicanos que trabajan para producir tela, ropa, madera, muebles, colchones y persianas. Son los perdedores dentro de la fiesta nacional de manufactura. Hay pistas, algunas aportadas directamente por los involucrados, que señalan dos villanos principales, la inseguridad que encarece seguros, y:
“La apreciación del peso frente al dólar ha mermado las ganancias de la industria textil durante 2023, debido a que Estados Unidos es el principal mercado de exportación para esta industria, señaló Rafael Zaga, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil”, explica una nota de Héctor Usla publicada en El Financiero la semana pasada.
El mismo texto incluye esta declaración de Zaga: “Hoy en día, el tipo de cambio está tan fortalecido que no nos ayuda a ser tan competitivos al momento de exportar, sobre todo a Estados Unidos, donde se destina el 80 por ciento de nuestras ventas textiles”. México pierde competitividad frente a China, Bangladesh y Pakistán en estos sectores.
Sucede que hacer tela y ropa es evidentemente un negocio muy antiguo en el que hay muchos participantes en casi todos los países. Los productores compiten principalmente con costos, mientras más baratos, más clientes.
Salvo excepciones, México no pelea en el ámbito del diseño que dominan compañías como la propietaria de Louis Vuitton (LVMH) o la popular Inditex, dueña de la reina del fast fashion, Zara.
La historia es muy similar a la de fabricantes de muebles, que en el país se enfocan primordialmente en la maquila. Difícilmente cambiará su vulnerabilidad expuesta a la competencia internacional.
En cualquier caso, el peso de esas industrias en las exportaciones nacionales se redujo al punto de casi no afectar los resultados generales que siguen siendo positivos, sostenidos por la pujante producción de coches, máquinas y electrónicos.
Dentro de las cifras del Inegi hay otro par de datos perdedores que llaman la atención. La caída es del -1.5 por ciento y -4.2 por ciento este año en su actividad industrial, pero corresponde a empresas enormes: productoras de alimentos y de bebidas.
En esa liga juega una emperatriz del mercado global de la harina de maíz, como Gruma; la dueña de una buena parte del mercado de lácteos en Estados Unidos, Lala; los distribuidores de refrescos Coca Cola: FEMSA y Arca, los de cerveza Heineken y Grupo Modelo; amén del panadero más relevante de Norteamérica, Grupo Bimbo.
Si bien la tendencia no pinta bien, las cosas podrían cambiar pronto, vía inversiones. Ya revisaremos. Por lo pronto, esta es la visión del banco JP Morgan respecto a Bimbo:
“Creemos que Bimbo sigue siendo tácticamente la mejor posicionada entre las empresas latinoamericanas de alimentos envasados debido a su indulgente cartera, superior diversificación de materias primas y buena ejecución en los principales mercados mexicanos y estadounidenses, y vemos un riesgo al alza en la orientación dadas las recientes resultados”. Volveremos a este tema.