Crece un gran negocio mundial. ‘Ustedes son la generación Artemisa’ les dijo ayer Andrés Martínez a unos 200 estudiantes mexicanos de tecnología reunidos en Mérida, entusiasmados con la idea de conquistar Marte.
Como él, ellos podrían seguir la ruta de una aventura trazada hace años por un personaje que inesperadamente tiene influencia en su vida: Elon Musk y las consecuencias de una ‘cruda’ en Rusia.
Ante la NASA, Martínez es el responsable de dispositivos que recorren estos días la superficie de la Luna dentro de la reciente Misión Artemisa y él también es quien advierte que el momento del negocio espacial regresó. Urge gente de todas las profesiones.
Su cargo tiene un nombre largo que se traduce más o menos así: director ejecutivo de Preparación Tecnológica, Infraestructura y Integración Científica, en la Oficina de Marte de la NASA.
El destino es un cocinero. Probablemente él no estaría ahí y no podría invitar a otros mexicanos a unirse a la marcha, si Musk no hubiera tenido esa cena con terribles resultados, hace más de 20 años, cuando ya traía la idea de llevar vida a Marte. En esos días Musk tuvo una fiesta en París con su amigo Aldeo Ressi.
Elon no era un bebedor experimentado y cargaba una resaca cuando llegó al día siguiente a Rusia para una comida con individuos con los que negociaría infructuosamente la compra de cohetes espaciales para su experimento.
Allá la remató peor. “Después de muchos brindis por la amistad, los rusos regalaron a los estadounidenses botellas de vodka con etiquetas que contenían la imagen de cada uno de ellos, sobre una representación de Marte. Musk, que se estaba sujetando la cabeza con la mano, se desmayó y su cabeza se estrelló contra la mesa. ‘Creo que no impresioné a los rusos’, comenta”.
Así narra el nuevo libro de Walter Isaacson la escena de la primera impresión que Musk dio en Rusia durante una rápida serie de fracasos en negociaciones con vendedores de cohetes en ese país, en 2002.
¿Resultado? Terminó creando SpaceX, para fabricar sus propios cohetes. “Estaba muy enfadado, y cuando me enfado intento replantear el problema”, explicó Musk a Isaacson.
Lo que pasó después reactivó la industria espacial en Estados Unidos hasta el nacimiento de los nuevos cohetes reutilizables de SpaceX, la constelación de satélites Starlink y el nuevo proyecto de la NASA, Artemisa, llamado así para recuperar la historia de las antiguas misiones Apolo –su hermano en la mitología griega– que llevaron al hombre a la Luna.
Las misiones Artemisa tienen la meta de enviar a la primera mujer y a la primera persona no caucásica a la Luna, explorando más que antes con tecnologías avanzadas. Lo aprendido servirá para mandar astronautas a Marte en un viaje con duración estimada de 270 días.
Martínez estima que el regreso al satélite de la Tierra ocurrirá en tres años. Independientemente de que se concrete, la sola ambición provocó el renacimiento de la fiebre por la conquista del espacio.
Solamente este mes, India reveló imágenes del envío de sus propios artefactos a la Luna y una cápsula espacial de la NASA que transportaba la muestra de suelo más grande jamás extraída de la superficie de un asteroide atravesó la atmósfera de la Tierra el domingo y se lanzó en paracaídas hacia el desierto de Utah, entregando el espécimen a los científicos.
México ya tiene también un proyecto para enviar dispositivos a la Luna, explicó ayer Carlos Duarte, de la Agencia Espacial Mexicana, durante la conferencia “Estrellas en ascenso: La importancia del espacio para el futuro de México”, dentro del contexto de Yucatán i6, un congreso sobre disrupción económica que se celebra esta semana en este estado.
Caty Ramírez asegura que en este negocio hay espacio para todos. Ella dirige Spaceport MX, una de varias empresas mexicanas ya subidas a la aventura.
De este proyecto y de otros; del índice Kensho y de varios retos espaciales, les contaré aquí mismo, mañana.