Para los civiles israelíes y palestinos ya representa una tragedia. Muerte, destrucción de hogares, niños robados o perdidos, vidas rotas.
Los que vivimos todavía en zonas mexicanas de paz ignoramos la tristeza que generan las guerras, pero sentimos sus efectos económicos. La de Ucrania impactó la gasolina, claro, y hay un ejemplo más simple: la manteca de cerdo cuesta el doble que al inicio del sexenio. Los mexicanos la usamos mucho.
¿Por qué tanto? Porque sustituye los aceites de cocina que subieron casi al mismo ritmo, pero son más caros. Muchos se hacen a partir de granos que se encarecieron a partir de la guerra en Ucrania.
Lo que ocurre en estos días en Medio Oriente ya pegó al precio del petróleo y golpeará el precio de la gasolina… de los aceites para motores y todos los plásticos.
Ese impacto es lógico y la historia respalda ese desenlace. ¿Pero esto es comparable con el 11 de Septiembre, como varios aluden? ¿Qué hay del oscuro destino que algunos individuos en redes sociales quieren aproximar a una nueva guerra mundial?
Es verdad que la dimensión que puede adquirir el problema en Medio Oriente es desconocida, lo sabemos todos.
Eduardo del Buey, un experto internacionalista que trabajó como vocero de las Naciones Unidas, lo puso en blanco y negro ayer en su columna para La Jornada: “Nos estamos deslizando hacia lo desconocido donde lo único que sabemos es que no sabemos nada”.
No hay salida mientras no se busquen caminos para una coexistencia pacífica para israelíes y palestinos, expuso Leonardo Kourchenko en El Financiero.
Del Buey añadió que el presidente estadounidense Biden está distraído, que dejó los asuntos palestinos-israelíes en un segundo plano y prácticamente ha ignorado la situación. Y preguntó lo siguiente: “¿Estados Unidos todavía tiene el deseo y la influencia global para tomar las decisiones como lo hizo en los años setenta?”
Parece que no. Donald Trump se encargó de desvanecer la idea de un policía internacional. ¿Se acuerdan de que impidió que su país se sumara a un tratado comercial Asia-Pacífico?
Y luego, la Unión Europea. El Reino Unido aportó a su debilitamiento durante el Brexit y en estos días las opiniones de sus miembros se dividen en torno al nuevo conflicto.
Creo que hay un riesgo de errar, al calcular todo con base en la experiencia. Como si no hubiera cambiado nada desde la última guerra entre Israel y Palestina. ¿Qué rol jugarán las nuevas fuerzas que ocuparon vacíos?
¿Qué influencia tendrá el capitalismo exacerbado por el “socialismo con peculiaridades chinas” de esa nación asiática? ¿Cuánto peso tiene la tecnología de magnates con fortunas del tamaño de reservas internacionales de naciones enteras?
Si Biden no puede jugar a ser el policía del mundo, habrá que preguntar a Xi Jinping, su homólogo chino.
Hace apenas dos meses, el bloque BRICS de países en desarrollo acordó admitir a Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Egipto y Argentina, en una medida destinada a acelerar la reorganización de un orden mundial que sus miembros consideran obsoleto. Se sumaron a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Se habla más del nearshoring de fábricas en México para atender el mercado estadounidense y menos del mismo reacomodo en la región árabe para atender esa zona y a europeos, dentro del plan de la Ruta de la Seda.
Ni Estados Unidos y muy probablemente tampoco China persiguen un escalamiento bélico. Ambos tienen aliados y socios que no quieren peleas. La tecnología vigente estableció un mercado financiero global que no dejaría a nadie a salvo y con golpes desde el primer día. Eso no significa que el conflicto no pueda escalar.
Significa que para que se ponga más feo hay muchas barreras de contención y no solo las que hasta hace poco fueron las tradicionales.