Fue el miércoles antepasado al medio día. Una entrevista con el director general de Walmart fue publicada con esta declaración:
“Definitivamente vemos un ligero cambio en comparación con la población total, vemos un ligero retroceso en la canasta general”, dijo John Furner a Bloomberg, “menos unidades, un poco menos de calorías”.
Esas palabras dieron una patada al valor de empresas que ustedes conocen: The Coca Cola Company y Pepsico, que también vende galletas Gamesa y papas Sabritas.
¿Por qué, cuál fue la razón de la reacción? Furner fue cuestionado respecto de si Walmart percibe ya un impacto en la compra de alimentos por parte de las personas que se inyectan medicamentos como Ozempic y Wegovy. Quienes lo hacen bajo condiciones óptimas, pierden del 10 al 25 por ciento de su peso a lo largo de un año.
La declaración de Furner es una evidencia contundente del impacto socioeconómico de estos fármacos que están aprobados por las autoridades de salud y que están reduciendo el apetito de la gente.
Un momento. ¿Si la gente come menos, come menos… de todo? ¿Las empresas que atienden los antojos, venderán menos? La respuesta luce obvia, pero la relación no parecía haber caído en la cabeza de los analistas financieros.
Entonces se aceleró una sorprendente tendencia a la baja. En un mes contado hasta el viernes, empresas como Coca Cola Company; Pepsico, incluso McDonald ‘s perdieron alrededor del 10 por ciento de su valor.
En México, Coca Cola FEMSA parece seguir el mismo patrón y sus acciones bajaron 7.7 por ciento en 30 días; Cultiba, embotelladora mexicana de Pepsi, cayó 2.5 por ciento en ese plazo y Bimbo, productor de galletas y pan dulce, ha bajado casi 5 por ciento.
¿De dónde salieron? Los fármacos agrupados bajo el término GLP 1 por sus características biológicas fueron usados al menos desde 2017 para tratar a pacientes con diabetes, pero durante su uso, los técnicos de la danesa Novo Nordisk, fabricante de Ozempic, notaron que en altas dosis, la semaglutida que estos contienen, reduce el apetito y prolonga el proceso digestivo. Vaya, quita las ganas de comer.
“Novo Nordisk se dio cuenta de que esto era una característica, no un error, y formuló una clase de dosis más alta”, expuso el inversionista estadounidense Scott Galloway en un podcast de la semana pasada.
En junio de 2021, la Food and Drug Administration les aprobó Wegovy, que es semaglutida de 2.4 miligramos, de una inyección por semana.
Las acciones de Novo Norsdik ya subieron su precio 78 por ciento este año y el valor total de la empresa se elevó a 362 mil millones de dólares, que se aproxima al nivel de LVMH, propietaria de Louis Vuitton y sus 470 mil millones de dólares.
Ahora, Eli Lilly trabaja en su propio fármaco experimental en ánimo de dominar el floreciente mercado de medicamentos para atacar la obesidad, llamado Mounjaro.
En México, los tratamientos disponibles tienen un precio que ronda los 3 mil pesos, con dosis que duran un mes, dentro de un proceso de año y medio.
Los médicos advierten que su consumo debe darse bajo supervisión profesional y acompañarse de ejercicio y una buena dieta. De lo contrario, no hay resultados.
¿Qué puede cambiar en los negocios por estos fármacos? Si no es todo, será mucho. Obviamente, la industria de alimentos es directamente impactada, pero una menor obesidad puede tener un efecto en las relaciones sociales. Todos podrían sentirse más motivados a salir, lo que puede disminuir el uso de aire acondicionado en ciudades calientes. Eso puede reducir el consumo eléctrico en las casas.
El negocio de los gimnasios y actividades físicas como ciclismo o montañismo tendrían un auge; cadenas como Decathlón verían beneficios.
Además, los medicamentos antiobesidad podrían reducir el consumo de sustancias adictivas como nicotina, cocaína y alcohol, lo que podría tener impactos sociales significativos. ¿Podríamos tener más hijos y revertir la tendencia a la baja que reflejan las estadísticas de nacimientos en México?