El riesgo es tomar sus declaraciones a la ligera. Este miércoles Elon Musk se refirió a su proyecto de construir una planta gigantesca para fabricar vehículos eléctricos Tesla. No lo hizo favorablemente.
¿Eso elimina la posibilidad de que llegue la inmensa fábrica en cuestión? No, pero pasamos a otra fase. Una fase quirúrgica en la que ni la empresa ni el gobierno pueden –¿o quieren?– tirar la toalla.
Primero hay que revisar en qué contexto habló Musk. Ocurrió durante la conversación telefónica y pública que cada tres meses tiene obligatoriamente con inversionistas, porque le obliga la ley a hacerlo.
Los participantes le pidieron puntualmente lo siguiente: hablar de los planes de expansión en las fábricas de Berlín y Austin, y de fechas de apertura de la gigafactory en México.
Así respondió el magnate: “En México estamos sentando bases para iniciar la construcción y hacer todos los elementos de larga duración (long lead items)”, aclaró en el sentido de que el proyecto avanza y definiendo lo que falta respecto a lo que el gobierno mexicano y Tesla pueden controlar: infraestructura y maquinaria necesaria para producir.
Luego vino la frase polémica que disparó el nerviosismo de algunos:
“Pero creo que queremos tener una idea de cómo está la economía global antes de lanzarnos a toda velocidad a la fábrica de México”, dicho por Musk es suficiente para llamar la atención. Y continuó con lo más importante:
“Me preocupa el entorno de altas tasas de interés en el que nos encontramos. Simplemente no puedo enfatizar esto lo suficiente: que la gran mayoría de las personas que compran un automóvil tienen que lidiar con el pago mensual y a medida que las tasas de interés aumentan, la proporción de ese pago mensual, es decir, el interés, aumenta naturalmente. Entonces, si las tasas de interés siguen altas, o si suben aún más, será mucho más difícil para la gente comprar el coche. Simplemente no pueden permitírselo”.
Ahí lo tienen. Si ustedes han comprado un coche a crédito saben de lo que está hablando este personaje.
Los bancos y las financieras automotrices están cobrando mucho por los créditos… en todo el mundo. Es el coletazo de la pandemia: primero, una inflación horrible y ahora las tasas bancarias en las que influyeron los gobiernos justamente para que la gente tenga menos capacidad de comprar. Aunque parezca ilógico.
Así se detiene la inflación porque los comerciantes tienen que bajar precios para vender.
Lo que preocupa a Musk, a decir de sus palabras, es que la gente no tenga suficiente capacidad de comprar los coches que salgan de sus fábricas. En general.
¿Cuánto tiempo va a durar eso? Las guerras de Ucrania e Israel no ayudan. Los banqueros hablan de que ya estamos en una era de tasas altas que no tiene caducidad. Me lo explicó recientemente el jefe de inversiones de Vanguard, Greg Davis, en una entrevista que hice para Bloomberg Businessweek.
¿Y qué van a hacer el presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador Samuel García, que ayer recorrió la gigafactory de Tesla en China? ¿Van a detener las obras carreteras, de agua y electricidad en los terrenos de Tesla en Nuevo León? Eso significa detener el proyecto, quizás para siempre.
¿Y si al final se echa para atrás Elon Musk? ¿Qué harán con tanta obra? Son buenas preguntas. ¿Qué harían ustedes? Los leo mientras esta columna entra en reposo temporal.