Lo pagamos todos los que tenemos al SAT entre nuestros invitados diarios a comer. Pero debo confesar que hasta ayer no sabía de su existencia.
El Tecnológico Nacional de México (TecNM) es una enorme escuela gubernamental que atiende a 602 mil estudiantes y por el perfil de sus carreras puede entregar a sus egresados mejores salarios que a muchos de la UNAM. Hay razón para hablar de éste.
Es ahora la conexión más cercana de los mexicanos con lo que ya es el verdadero gran negocio: la disrupción tecnológica en la que juegan Google, AWS o Microsoft, ahora que las tres tienen más influencia en la industria de la inteligencia artificial (IA).
Es aquí en donde puede crearse verdadera riqueza para multitudes.
Comparen la matrícula de esa institución con los aproximadamente 212 mil estudiantes del IPN o los 366 mil de la UNAM. El ITESM tiene unos 90 mil.
Tomen nota también de que quien más defiende hoy al TecNM es un conocido gobernador morenista: Alfonso Durazo.
Él tomó la batuta del Plan Sonora, cuyo origen es Norteamericano por el apoyo que recibe de Estados Unidos y su aplicación es nacional.
Éste consiste entre otras cosas, en concretar la mayor instalación individual de paneles solares en México; el aprovechamiento de reservas mexicanas de litio y, justamente, un proyecto para meter a los mexicanos al negocio de los semiconductores, esa pieza que necesitan ya prácticamente todas las empresas para operar.
Sin chips no hay teléfonos ni pantallas; menos, hay IA. Son sus neuronas, algunas ya de un tamaño de apenas dos nanómetros, lo que dificulta dimensionar estos artefactos.
Un moderno semiconductor frente a un grano de sal luciría como una canica frente al Monte Everest. Algunos especialistas prefieren hablar de densidad al explicar su volumen.
La mayoría de los, digamos, 500 chips que ustedes cargan en su smartphone fueron hechos en Taiwán, Estados Unidos, Corea o China. México no puede producirlos… todavía.
Sucede que este país no entiende. Carecemos de gente que comprenda esos procesos de fabricación.
Pero hay que empezar por algún lado, como en los días en que nos ocupamos en aprender a hacer coches que, por cierto, hoy contienen unos 2 mil chips, todos traídos de afuera.
En buena medida, esta nación ya comenzó en Sonora ese largo camino.
¿Por dónde se empieza? Por entrenar entrenadores que enseñan ingeniería de semiconductores. Distintos maestros del TecNM son ya capacitados por la Arizona State University (ASU), presencialmente y de manera remota.
“Los semiconductores son la industria del futuro, un sector de alto valor agregado y alta capacidad tecnológica que requiere de una mano de obra especializada”, dijo el mes pasado Esteban Moctezuma. ¿Lo recuerdan? Es el embajador de México en Estados Unidos y antes fue titular de la SEP.
Lo dijo al arrancar un curso de inglés en línea de la ASU precisamente para maestros a cargo de enseñar a alumnos sobre la fabricación de semiconductores.
“La industria (de chips) enfrenta un riesgo de escasez de talento humano que limitaría el ritmo de innovación en los próximos años. Los semiconductores son fundamentales para la economía y la seguridad nacional”, agregó el funcionario.
Quienes entienden de negocios saben que es también la gran oportunidad.
Entrar a los chips significa entrar a la IA, consecuentemente, también al negocio de alimentos, de energía, de la salud… todo es y será mejorado rápidamente mediante el procesamiento y análisis de datos. Son servicios vendibles y muy rentables.
Lo intangible ya es más valioso que aquello que podemos sentir.
El cabo del hilo del que podemos jalar esa industria hacia México bien podría estar en el TecNM, que es en realidad una red de universidades nacida en 1959, cuya compleja historia provocó que tuviera tantos nombres como planteles y de esos tiene 254 en todo México.
Lo más importante ya inició, lo del nombre que la haga más visible que el ITESM, puede resolverse después. Voy a regresar al tema.