Parteaguas

Miedo al 2024

A los cambios habituales de principios de año hay que añadir la reciente aceleración de todo lo que ocurre.

No importa la razón. La primera semana del año suele en nuestra cultura derivar en un breve periodo de reflexión, de planeación. Lo positivo se basa en nuestros planes, en nuestras expectativas y lo bueno que puede ocurrir compite con un poderoso sentimiento: el miedo.

El resultado de este año como de los anteriores derivará de esa operación aritmética de sumar y restar esas dos sensaciones multiplicadas por la incertidumbre. Todo lo que podría pasar, si…

Él es un hombre verdaderamente grande. Mide unos dos metros y su carrera de músico terminó cuando se topó con el periodismo. Conversé alguna vez con este neoyorquino que balancea el tamaño de su cuerpo con el de su inteligencia: Tom Keene.

Conduce un programa de radio transmitido por los medios de Bloomberg al que invita a la gente más brillante que se cruza por Manhattan y tiene la intención de hablar de negocios.

Durante algún periodo de recesión económica le pregunté: ¿Qué mueve más a la gente a tomar acción, la ambición de ganar dinero o el miedo a perderlo? Contestó rápidamente: el miedo. Por principio, nadie quiere perder su condición, me dijo. Nadie quiere estar menos bien, o peor de lo que está.

Este año puede elevar las expectativas o disparar el miedo entre los mexicanos. La economía va bien y puede mejorar con fenómenos como el nearshoring, pero por el otro lado, la inseguridad persiste y no estamos cuidando bien el medio ambiente.

Además, las elecciones políticas de este año en este país y en Estados Unidos pueden sacudirlo todo. A los cambios habituales hay que añadir un condimento: la reciente aceleración de todo lo que ocurre.

Un familiar cercano que no ha alcanzado los cincuenta años recientemente perdió casi todo: su cargo de director en México de una empresa con sede en España; su matrimonio... un cuadro de depresión acentuó el problema.

Cuando quiso regresar a trabajar se topó con la pandemia y con su consecuencia: un explosivo crecimiento de tecnología para tomar decisiones y operar negocios. Muchas herramientas que él conoció se volvieron obsoletas en dos años. Se convirtió en un hombre solitario. Está en ese oscuro lugar del que la gente huye como mero acto defensivo.

En él pensé cuando escuché ayer a Oso Trava, un mexicano que se define como un autor y emprendedor apasionado por las nuevas tecnologías. Presume un MBA de Stanford y experiencia en análisis financiero.

Durante el último episodio de 2023 de su podcast Cracks él dijo que de vez en vez procura tener miedo, es necesario para sentir el valor de estar presente. Si no consigue esa sensación por la vía de sus negocios la busca en actividades deportivas extremas.

Eso es bueno, dice Robert Sapolsky, neurocientífico de esa ‘cuna’ de empresarios que es la Universidad Stanford. Sus videos en YouTube tienen millones de vistas.

“Hay una razón por la que pagamos dinero para subirnos a una montaña rusa y estar aterrorizados” durante un breve período, dijo hace tiempo Sapolsky.

Pero el estrés sostenido puede dañar el hipocampo; su laboratorio fue uno de los primeros en documentar el impacto a esa región del cerebro central para la memoria. Las neuronas en otra parte del cerebro, la corteza prefrontal, el centro de las emociones y la función ejecutiva, se marchitan.

Mientras tanto, la amígdala que procesa el miedo y la ansiedad, desarrolla neuronas, esencialmente atrapándonos en un estado de miedo.

Ustedes tal vez tienen miedo. Quieren nuevas herramientas para ‘no perder el trabajo’ o por la ambición de conseguir uno nuevo: aprender inglés; entender de redes sociales, de Excel o de inteligencia artificial generativa…

Este mundo y nuestros smartphones nos orillan a comprender más cosas más rápidamente. La economía somete a la gente a un constante cambio, a una ‘resiliencia’, palabra que de pronto se puso de moda. Eso es un constante estrés. ¿No debería ser un asunto opcional? ¿Cuál es el límite? ¿Cómo atacar el miedo sin caer en pánico, en este 2024 en el que tanto podría cambiar? Se me acaba el espacio. Continuaré con el asunto.

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