Salvo por el final, Game of Thrones es probablemente la mejor serie que he visto en la tele.
Uno de los episodios con diálogos más profundos refiere una discusión entre dos personajes: Lord Varys y Petyr ‘Littlefinger’ Baelish. Hablan sobre el miedo y la ambición, dos emociones que suelen mover a las personas.
En la conclusión de esa escena, ‘Littlefinger’ o ‘Meñique’ (tal vez el más siniestro de los dos) brinda una conclusión:
“El caos es una escalera. Muchos de los que intentan escalar fracasan y nunca vuelven a intentar. La caída los quiebra. Y a algunos a los que se les da la oportunidad de subir, se niegan, se aferran al reino, a los dioses o al amor. Ilusiones. Sólo la escalera es real. La subida es todo lo que hay”.
Un político quiere ser presidente, una artista desea exponer en el museo más famoso, ustedes esperan un negocio exitoso y Elon Musk pretende ser quien convertirá a los humanos en seres interplanetarios. A cada quien, su escalera.
¿Perciben ustedes la existencia de un caos? ¿El caos se acerca? Los más entusiastas probablemente no se plantean siquiera ese cuestionamiento, pero a muchos los persigue un temor: el miedo al fracaso.
Fracasar en el juego económico y social que armamos entre todos implica perder casi todo: reconocimiento, ‘amor’ y ‘amigos’. Ayudaría mucho el controlar todo lo que puede afectar.
El problema es que el entorno siempre cambia y las elecciones políticas como las que tendremos este 2024 en Europa, Estados Unidos, en México, fungen como musculosos aceleradores de ajustes de nuestras relaciones. Las guerras y la tecnología actual con su nueva inteligencia artificial inyectaron esteroides a los motores.
Algunos podrían pensar que esto ya derivó un caos. ¿Quieren subir la escalera?
¿Por qué ha de ser malo aferrarse a lo que tienen, a Dios o al amor?
La conformidad debería ser tan digna como la ambición de subir, pero por miedo a perder lo que tienen, o por la razón que ustedes crean, la sociedad parece moverse en función de lo que dispongan los escaladores y entrar en el torbellino del estrés que significa subir o intentarlo, al menos.
Coincidentemente, las consultas en Google se dispararon durante los últimos cinco años con dudas como éstas: “síntomas de ansiedad”, “derrame en el ojo por estrés” y una chulada: “cómo quitar la ansiedad rápido”.
¿Será por eso que otra palabra ahora aparece tantas veces en libros como en las redes sociales? Parece que mucha gente busca ‘resiliencia’.
La Real Academia Española la define así: “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”.
¿La resiliencia, entonces, es una herramienta que debe facilitar subir en medio del caos, a quienes deseen hacerlo? ¿Si es el caso, qué rayos hago para ser ‘resiliente’?
Una opción es trabajar en nuestra mente. Hay gente calificada para brindar métodos.
Uno de ellos es Robert Sapolsky, neurocientífico de la Universidad Stanford.
Él dice que la meditación enfoca la mente y trae a la conciencia las raíces del estrés.
Barrie Cassileth, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, quien falleció hace un par de años a los 84 de edad, tenía un sencillo consejo para reducir el estrés:
“Cierra los ojos por un minuto, respira profundamente, piensa en las personas que mueren en otras partes del mundo. Vuelve a concentrarte y vuelve al trabajo”.
Creo que aprender también ayuda, o al menos provoca la satisfacción de estar mejor armado para el ‘caos’.
Cada quién sus intereses, pero resulta más satisfactorio aprender sobre aquello que uno disfruta honestamente. ¿La ventaja? Hoy no se necesita más que una computadora o un smartphone y conectarse a internet. Abundan los cursos y las certificaciones, incluso gratuitos. Pintura, arte, cocina mediterránea, análisis de datos, capital de riesgo, teología…
Para quienes se asumen como parte del caos, no parece haber más que incertidumbre en el futuro y si la resiliencia es un camino a las herramientas útiles para ‘escalar’, conviene entender que esa ruta no es opcional.
“Lo único constante es el cambio”.- Héráclito, Siglo V.