Un par de entrevistas realizadas esta semana a personajes relevantes prendieron de nuevo las advertencias de una gran guerra.
Desde que las fuerzas del presidente ruso Vladimir Putin invadieron indebidamente Ucrania hace dos años, se abrió un nuevo ciclo. Nos alcanzó otra vez esa combinación de palabras que va y viene y que recuerdo en encabezados de ocho columnas de diarios sensacionalistas de los ochenta: “Guerra Mundial”.
Nunca está segura la paz, pero debemos estar alertas ante declaraciones que pueden inducir al pánico que nunca ayuda. Como ejemplo está la de Yuval Noah Harari, el historiador más influyente de esta era.
“Podríamos estar ya en medio de la Tercera Guerra Mundial que empezó el 24 de febrero de 2022 cuando Rusia invadió Ucrania y simplemente no lo sabemos, todavía”, dijo el escritor durante una entrevista con el politólogo estadounidense Ian Bremmer, publicada el miércoles.
¿Argumentos? La posibilidad de que Rusia gane y se anexe el territorio de Ucrania.
“Si a Rusia le permiten ganar, es el final del orden mundial”, expuso Harari. Se rompería la regla de que un país no debe anexar una nación contigua solo porque es más fuerte, explicó.
Tales comentarios pudieron quedar ahí en medio de las sillas de Bremmer y Harari, pero ayer el diario Le Monde publicó una entrevista con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien abordó contundentemente el mismo conflicto.
“La paz no es la capitulación de Ucrania”, insistió el mandatario que ha sido criticado por la oposición de su país y por representantes de países aliados. “Si Rusia gana esta guerra, la credibilidad de Europa quedará reducida a cero”, diagnosticó el presidente francés, para quien “si Rusia ganara, la vida de los franceses cambiaría. Ya no tendremos seguridad”, advirtió, citado por Le Monde.
Los franceses vieron venir el problema antes de la invasión a Ucrania. Recuerdo cómo en Bruselas, en el seno del gobierno de la Unión Europea, representantes de Francia nos advirtieron hace años a un grupo de periodistas mexicanos sobre la creciente agresividad de los rusos.
Pero con el mismo ahínco, desde la década pasada esos mismos personajes también destacaban cómo su gobierno había perdido el control de regiones enteras y citaban como ejemplo que la policía ya no podía entrar a zonas de Marsella, el histórico puerto del Mediterráneo, al sur de su nación.
Macron no ha detenido esa otra guerra entre dos bandas de narcotraficantes que dejó 47 muertos en 2023. Siete eran menores de edad.
¿Qué tanto pensará el presidente francés en ese problema interno mientras analiza la guerra en Ucrania? ¿Qué tan tentado estará para desviar la atención hacia allá?
Es posible que también Yuval Noah Harari actúe instintivamente por motivaciones íntimas. Su país, Israel, también protagoniza una guerra indebida contra el pueblo palestino. El crecimiento del poder ruso fortalecería la posición de países aliados de Putin, como Irán.
Alguna vez su entrevistador, Ian Bremmer, me dijo que Israel es como México, que sin Estados Unidos se quedan sin nada. Esa es una posición muy vulnerable que seguramente pasa por los pensamientos de Harari.
Esto no significa que este historiador o el francés Macron se equivoquen al señalar el tamaño del riesgo que representa un avance ruso. Pero ante el crecimiento de un discurso de guerra es importante ver de dónde procede cada declaración.
El mundo abandona el control unipolar que ejerció Estados Unidos desde que el presidente Donald Trump declinó la posición de superpolicía durante su mandato.
China ahora es el principal socio de África y es uno de los más fuertes en Europa, Medio Oriente, Sudamérica, India y Rusia.
Pero todas esas naciones dependen en buena medida de las economías de la OTAN, de los viejos aliados de Occidente. Estamos ya ante otro orden mundial, pero en uno globalizado por el comercio, distinto al del siglo XX y conectado mediante inteligencia artificial que nos transfiere a todos cualquier golpe.
No es justo hacer comparaciones directas con la situación de la Segunda Guerra Mundial. Atentos.