Ayer el dólar se disparó setenta centavos, desde los 17 hasta unos 17.70 pesos. Es un brinco que sí llama la atención. ¿Es hora de vender todo e irse de México? No lo recomiendo.
Creo que los brokers percibieron la oportunidad de vender el rumor de que Morena hará cambios constitucionales que golpearán las reglas de los negocios y el Estado de derecho. Eso es mucho riesgo y tiene sentido sacar posiciones de un país.
Ante la abundancia mundial de dólares, los vendedores aprovechan cualquier cuento para venderlos caros. Una historia como esa es un filete para comerciantes de billetes.
Eso aumentó el ruido. Algunos amigos me preguntan si a propósito del resultado de las elecciones, el presidente cambiará la Constitución para acabar con la propiedad privada. No puedo asegurar que sea mentira porque no estoy en la cabeza de Andrés Manuel López Obrador, pero me parece absurdo. ¿Lo intentará Claudia Sheinbaum? No me da esa impresión. Comprendo que una repartición de bienes a desposeídos puede generarle simpatías, si esa es la lógica de las dudas.
¿Pero qué hay de los días siguientes? Los beneficiados habrían perdido su trabajo por la salida masiva de capitales y el cierre de negocios. Hacienda cobraría menos impuestos y el gobierno entraría a un callejón cada vez más angosto. Es economía básica.
Sheinbaum cuenta con la opinión de su esposo, Jesús María Tarriba Unger, que asesora al Banco de México en materia de riesgos financieros, y con la de Rogelio Ramírez de la O, el secretario de Hacienda que ha mantenido las finanzas en orden y que, de acuerdo con Enrique Quintana, director general de El Financiero, continuará indefinidamente en esa posición, a solicitud de la futura presidenta. Asumo que ambos la pondrían al tanto de las consecuencias.
Creo que hay otros modos de mejorar la situación de los más pobres, y uno de ellos es el incremento del salario mínimo, que ha subido aceleradamente en años recientes.
Luego, lo de Venezuela… Ese mensaje viral que nos pone de nuevo en camino a la historia de un país destrozado económicamente. Me pareció desde un inicio un brutal acto de mala fe promovido por alguien que intentó infructuosamente torcer las elecciones por la vía de WhatsApp. Merece ponerse a la luz de la realidad de dos países diferentes en momentos completamente distintos.
Veamos lo de Venezuela. En efecto, nadie quiere estar en la situación de una nación gobernada por individuos que evidencian incompetencia y una muy posible corrupción feroz. Pero el origen de sus problemas económicos no está en la llegada de Hugo Chávez a la presidencia y luego de su sustituto Nicolás Maduro. El lío estuvo en la concentración de la economía en una sola actividad: el petróleo.
Un día el dinero de ese negocio fue de una oligarquía ciega a los problemas sociales.
Luego la tuvo un individuo popular con pocos conocimientos del funcionamiento de la economía, justo cuando se disparó su precio de 20 a 150 dólares por barril, para posteriormente desplomarse durante la crisis financiera en Estados Unidos de 2008. Un desastre que Chávez amortiguó ante la gente con medidas populistas que sí quitaron la propiedad privada a algunos.
Pero ni en ese caso hubo una expropiación generalizada. Hablen con sus amigos venezolanos establecidos en México, que intentan en estos días vender sus casas y departamentos vacíos.
Por otro lado, ustedes saben que los mexicanos hace años que dejaron de depender del petróleo o de alguna mercancía básica. El dinero lo traen las fábricas, los comercios, los servicios y el sector financiero. ¿Quieren derribarlos? No hay comparación con Venezuela.
Además del costo económico de las expropiaciones, el despojo a través de leyes topa con declaraciones universales firmadas por las naciones: “Toda persona tiene derecho a poseer bienes, solo o en asociación con otros. Nadie será privado arbitrariamente de sus bienes”, dice el artículo 17 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Si los políticos mexicanos cambian la Constitución, debe ser en concordancia con esas declaraciones. ¿Si rompen con ese vínculo, en dónde pararía el despojo? Todos los votantes tienen propiedades, no solo los que votan por el PRI o por el PAN.
Lamento, como muchos, que Morena amenace al INE y a la Suprema Corte. Conviene defenderlos, pero poner atención hacia temas sin sustento solo desvía la energía útil.