Analistas sugieren que México recaude más. En Estados Unidos, Donald Trump va por una baja de tasas. ¿Si él gana, cómo actuará la próxima presidenta de México?
El primer acto relevante de Donald Trump como presidente durante su gestión de la década pasada fue la de reducir los cobros de impuestos a las empresas. Como candidato promete bajarlos más.
La tasa bajó del 35 por ciento al 21 por ciento casi tan pronto como llegó a la Casa Blanca. La intención que comunica ahora es la de bajarla al 15 por ciento, en pos del crecimiento económico. En México la tasa corporativa de Impuesto Sobre la Renta es del 30 por ciento.
¿De conseguirlo, hará dudar a inversionistas estadounidenses que quieran instalar fábricas y negocios al sur del río Bravo? En términos relativos, ese rubro será mucho más barato allá.
Varias revelaciones emergieron en una entrevista exclusiva con Trump realizada por Bloomberg Businessweek (revista que será publicada en México en agosto por El Financiero).
El texto detalla sus intenciones en política y en comercio exterior, lo que incluye un aviso de una continuación de una dinámica que fue el sello de la administración del expresidente: vienen más aranceles.
“¡Los aranceles son buenos para negociar!” Sostiene el político. Es apoyado incluso por Jaime Dimon, líder actual del mayor banco estadounidense, JP Morgan, a quien perfila como próximo secretario del Departamento del Tesoro, cargo que hoy ostenta Janet Yellen.
La narrativa trumpiana ya luce bordada junto con la de la cámara empresarial más poderosa: la US Chamber of Commerce, que agrupa a los líderes de las compañías más fuertes de su país.
Ayer, el sitio web de esa organización empresarial promovía en esencia un mensaje compatible con el de Trump:
“Encontrar una manera de aumentar el crecimiento debería ser el objetivo clave de todos los responsables del establecimiento de políticas”, demanda a los candidatos presidenciales Neil Bradley, vicepresidente ejecutivo de la US Chamber, en su texto The Growth and Opportunity Imperative for America.
“Durante las elecciones de noviembre y más allá, la Cámara delineará políticas que nos ayudarán a alcanzar la meta de un crecimiento económico real anual del 3 por ciento. Los próximos memorandos le ayudarán a usted y a su personal a ver cómo las decisiones políticas en estas áreas críticas pueden ayudar a acelerar el crecimiento económico que mejorará las vidas de sus electores y creará un futuro mejor para todos nosotros”.
En mayo avisé aquí acerca del aparente rompimiento de esa Cámara con Joe Biden y el nuevo acercamiento con la hueste de Donald Trump, lo que suma condiciones para su regreso a la Casa Blanca, que incrementaron con el atentado que sufrió el fin de semana.
En la entrevista de la revista Bloomberg Businessweek, el político no aludió directamente a México, pero sí refirió que la inmigración resta oportunidades a comunidades afroamericanas de Estados Unidos y disminuye también los salarios a las que éstas tienen acceso.
Mucho trabajo tendrá como Canciller Juan Ramón de la Fuente.
¿Pero qué tal la que le toca bailar tanto a Rogelio Ramírez de la O como a Marcelo Ebrard, como secretarios de Hacienda y de Economía, respectivamente, en caso de una presidencia de Trump? Este último será el negociador a cargo de lidiar con aranceles.
A Ramírez de la O le concierne la revisión de impuestos. La buena noticia es que la próxima presidenta Claudia Sheinbaum ya hizo preguntas clave: ¿necesitamos una reforma fiscal para completar el gasto, o revisamos si estamos gastando mal y reducimos esas erogaciones?
Estamos en la era de gobiernos que formulan nuevos cuestionamientos, que en el caso de Trump a decir de Jamie Dimon y otros, muchos fueron adecuados.
“Sean honestos” –dijo Dimon en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, en enero– “(Trump) tenía algo de razón sobre la OTAN y algo de razón sobre la inmigración. Hizo crecer la economía bastante bien. La reforma fiscal funcionó”.