Parteaguas

¿Qué pasó ayer?

Hasta ahora, México no ha contribuido al remolino que sacude a los mercados internacionales. Ojalá que sus políticos no lo hagan.

A las 6:50 de la tarde, el dólar ya estaba en 19.20 pesos. Llegó hasta los 20.15 ayer en el mercado.

Lo de este lunes 5 de agosto no fue un lunes negro, fue un aviso de que sí, en efecto, la economía puede ponerse de ese color, si las autoridades no hacen su trabajo.

El dólar subió hasta los 20.15 momentáneamente en los primeros minutos del día y solo en algunas transacciones, de acuerdo con registros de Bloomberg.

No habíamos visto un tipo de cambio así desde 2022, pero si bien ese número hoy sorprende, conviene recordar que en los días de pandemia estuvimos incluso por arriba de los 25 pesos por dólar.

No obstante, la baja en el tipo de cambio durante las transacciones de la tarde y de la noche evidenciaron que esas cifras fueron motivadas por la ambición o por el pánico. En la oportunidad que vieron algunos en vender caros dólares bajo la narrativa de una supuesta crisis y el miedo que tuvieron otros por deshacerse de los pesos mexicanos por esa razón. El tipo de cambio cedió hacia la noche.

Luego, las acciones, esos documentos que los validan a ustedes o a su Afore como propietarios de un pedazo de una compañía. Es cierto que fue un mal día para las empresas tecnológicas.

Apple y Nvidia perdieron valor este lunes. Incluso el bitcoin bajó más del 10 por ciento en un día y bajó hasta los 62 mil dólares; anoche ya superaba los 70 mil dólares.

¿Se ha roto una burbuja? Juzguen ustedes. Pese a la baja, cada acción de Apple valía este lunes 209 dólares, una cifra 17 por ciento mayor que el año pasado. Los papeles de Nvidia, tan señalada ayer, valían poco más de 100 dólares individualmente. Esa es todavía una cifra 121 por ciento superior a la de los primeros días de agosto de 2023.

Por eso conviene matizar lo que ayer pudo percibirse como una situación caótica en los mercados financieros. No es el caso, pero eso no significa que todo esté bien.

Dos golpes desde Japón y Estados Unidos

El disparo en la volatilidad que sacudió al peso ayer no vino de México, sino desde Japón y Estados Unidos. Ambas naciones lanzaron señales al final de la semana pasada.

Japón elevó sus tasas bancarias después de no hacerlo en 17 años.

Las empresas nacionales y extranjeras en ese país fueron acostumbradas a no pagar intereses, el hecho de que ahora los bancos empiecen a cobrarlos, es un incentivo a pagar cuanto antes y salir de deudas.

¿De dónde sacaron dinero los inversionistas y los directores de finanzas? Vendiendo bonos gubernamentales, acciones de empresas o divisas internacionales como el peso mexicano o el real brasileño. Como muchos lo hicieron al mismo tiempo, debieron vender todo en una suerte de ‘venta de garage’, a bajo precio, lo que derivó en la baja en su cotización y en la de los mercados accionarios.

Luego, los vecinos al norte reportaron que crearon menos empleos que los esperados por analistas, por lo que el desempleo subió. Si hay más gente sin empleo, es lógico esperar que las ventas de los negocios bajen y que eso derive en una recesión o achicamiento temporal en la actividad de la economía estadounidense.

Sumen a ese ruido la noticia de que uno de los principales inversionistas en Wall Street, Warren Buffet, vendió la mitad de sus acciones de Apple, porque por ahora prefiere tener cash. No está claro por qué, pero bien podría deberse a su interés de tener listo el dinero para comprar acciones cuando se debe, cuando están en barata, como lo ha hecho su fondo Berkshire Hathaway por décadas.

¿Entonces, todo está bien? No, insisto. Hay riesgos, por ejemplo, en el montón de dinero que inversionistas privados (Venture Capital) apostaron hace tres años en empresas de reciente creación que convirtieron en ‘unicornios’ de más de mil millones de dólares y cuyo valor ahora es incierto. Muchos están fondeados o apalancados por créditos bancarios.

¿Qué pasaría si todos esos inversionistas piden su dinero de vuelta y esas empresas en realidad valen menos?

Hasta ahora, México no ha contribuido al remolino que sacude los mercados internacionales. Ojalá que sus políticos no lo hagan.

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