Un grupo de texanos lanzó esta semana una campaña para atraer dinero proveniente del miedo.
“Texas está listo para recibir dólares de inversión que puedan estar buscando un nuevo hogar como resultado de la incertidumbre que rodea la reforma judicial radical de México. Ofrecemos un entorno estable y favorable a los negocios para los inversionistas globales que no cambien drásticamente los poderes. Respetamos a las empresas”.
Es la redacción de un tuit en la cuenta de la Texas Public Policy Foundation en la plataforma X. Es un organismo encabezado por un experto en inversiones relacionadas con la extracción de petróleo y gas, Kyle Stallings, dueño de Permian Basin Acquisition Fund.
La invitación del organismo que asegura no recibir recursos del gobierno, es sincera y directa. No se puede esperar menos de un estado en el que la gente no suele dar caminatas vespertinas por la avenida o pasear por el parque antes de ir al restaurante a comer. Business are business… ¿vamos al Pappadeux? Estacionamiento sin escalas, a la salida del highway.
Hay una ironía escondida en la invitación. El cambio fundamental en México por decisión de los legisladores será la selección de jueces por votación. En Texas, los jueces son elegidos por el público a través de un sistema de elecciones partidistas. Los candidatos a puestos judiciales aparecen en la boleta junto con su afiliación a un partido político.
La Constitución de Texas exige que los jueces de distrito y de apelación sean elegidos por elección popular, una práctica que se lleva a cabo desde 1845.
Pero el miedo atiende a narrativas más que a hechos. Ustedes pueden ver una oportunidad en la intención de los texanos, o por el contrario, ofenderse por sus opiniones en torno a asuntos de interés nacional. Pero esa no es opción para el gobierno que debe aplicar el pragmatismo.
Quienes más dinero invierten en México no son los extranjeros, sino los mexicanos de altos ingresos. ¿Qué campañas aplicarán para que sigan apostando y pongan más capital en su país?
He sostenido en este espacio la existencia de oportunidades, pero evidentemente el próximo gobierno por la vía del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, podrá hacer mucho más que un periodista.
Atención. Aquí no hablo de convencer a los Bimbo o los Gruma. Las empresas grandes están respaldadas por distintos elementos.
Distintos contactos en Texas me advierten que ahora reciben más llamadas de amigos mexicanos con buenos salarios, con empresas pequeñas o medianas que preguntan por opciones para comprar una casa, hacer inversiones o de plano, mudarse legalmente.
No los culpen. Pónganse en los zapatos de quien tiene un negocio de transporte para llevar cosas a fábricas entre Ciudad Juárez y Sinaloa o el Bajío. O entre Veracruz y la Central de Abastos de la Ciudad de México.
Me hablan de que las cuotas ‘informales’ superan por mucho las de las casetas.
Javier Amieva es un abogado de Texas especializado en procesos migratorios para inversionistas que tienen alrededor de un millón de dólares en capital. Él habla de la desconfianza que el gobierno de México ha sembrado, como motivo del repunte de la demanda de sus servicios de trámites de ciertas visas que generalmente conllevan procesos de seis a 12 meses.
Los costos de trámites de esta naturaleza rondan unos 100 mil dólares que incluyen tarifas gubernamentales y de asesores jurídicos.
Conozco Texas mejor que ningún otro estado de la Unión Americana, disfruto de la familia, de los amigos, de los briskets de Austin y de las buenas cervecerías de Dallas.
Pero esa región tiene sus propios problemas en materia social, particularmente en Houston, en donde crece la violencia. No hay tierra perfecta.
A decir del constante arribo de profesionistas extranjeros a la capital, México tiene una narrativa atractiva que puede vender a sus connacionales si puede reducir la percepción de violencia e inseguridad. Si puede garantizar que el sistema judicial funcionará en favor de ellos y no de un presidente que va de salida.
La presidenta electa Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard tienen una tarea enorme para transmitir confianza con hechos y oportunidades. Sus fallas podrían tener consecuencias generacionales.