Parteaguas

¿Los atrapó la 4T?

La lógica científica de Claudia Sheinbaum la obliga a pensar en la conveniencia de usar IA para ahorrar tiempo en cientos de procesos, y de ‘blockchain’ para facilitar operaciones financieras y legales.

En lo concerniente a los negocios, México parece salir de la mediocridad para adentrarse en la incompetencia. ¿Hay alguna ruta de escape?

Todas las administraciones de este siglo fueron incapaces de desbloquear el potencial del país. Hay una lista de pretextos. Con el PRI y con el PAN el crecimiento económico avanzó al raquítico paso anual de un 2 por ciento. Con Morena, el ritmo cayó más y los cambios a la Constitución no proveen de un mejor escenario para los años que vienen.

Hace unos meses había algo de luz que conviene recuperar. El presente cambio sexenal planteó al inicio de las campañas una promesa: la posible llegada a la Presidencia de una persona que entiende, finalmente, de qué se trata el nuevo mundo.

Al margen de su actividad política, la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, conoce la diferencia entre hidrógeno verde y el azul; seguramente ha leído de CRISPR, y su lógica de científica la obliga a pensar en la conveniencia de uso de la inteligencia artificial para ahorrar tiempo en cientos de procesos y de blockchain para facilitar las relaciones financieras y legales.

Ella quiere crear un ministerio para involucrar a los mexicanos con prácticas relacionadas con esos términos. Ya le puso nombre: la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, a cargo de Rosaura Ruiz.

Crear es una ruta útil para escapar de actividades tradicionales que hoy no ofrecen una gran perspectiva ¿Hay todavía oportunidades para mexicanos que busquen en su propio país una ruta de escape del estancamiento económico?

“Aquí está mi compañía”, me dijo mientras señalaba su laptop el director de una compañía mexicana que exporta software a toda América. “Me la llevo a donde sea”, presumió.

La empresa factura unos 200 millones de pesos anuales por la vía del talent augmentation, un negocio común en países como India y que crece en México. Consiste en rentar los servicios de ingenieros listos para desarrollar software o mejorar una aplicación digital.

Esos ingenieros trabajan remotamente y están repartidos por todo el continente. La clave es tener el talento para organizarlos y la empresa en cuestión se especializa en esa práctica.

Para estas empresas pequeñas y medianas enfocadas en servicios tecnológicos de alta demanda, es poco relevante un cambio constitucional al sistema judicial mexicano. Los contratos que firman con sus clientes fijan Estados Unidos o algún punto en el Caribe como centro de solución de controversias. Sus dueños permanecen en México por razones familiares o fiscales.

Hay una razón para reproducir estas compañías: son más rentables que las fábricas de máquinas o piezas automotrices que obstinadamente alcaldes y gobernadores quieren seguir trayendo a México y que sí topan con leyes locales.

Las otras pagan mejor por una razón lógica. De cada 100 dólares que cobran, habitualmente una cuarta parte es utilidad. Es lo común con servicios de valor agregado debido a la escasez de gente disponible para realizarlos; sus tarifas son más altas.

Extrapolen la situación de los pequeños considerando a los grandes. En México no existen ejemplos de empresas tecnológicas que sean públicas, pero algunos datos ayudan.

El enorme Grupo Alfa de Monterrey, enfocado en actividades manufactureras tradicionales, reporta un margen de utilidad antes de impuestos de apenas 9 por ciento; vean a sus potenciales clientes: en Ford Motor Company batallan con un triste cinco por ciento.

Cuando vienen, esas empresas llegan a bajar costos para ganar un poco más.

Las más productivas obtienen más ganancias: MercadoLibre mantiene un 18 por ciento de margen y en el extremo de la tecnología, Nvidia entrega a sus accionistas un descomunal 64 por ciento de margen antes de impuestos.

Pero la economía tradicional mexicana sigue peleando por inversiones de empresas de manufactura, cuando la luz está en otro lado.

¿Es una vía exclusiva para desarrolladores de software? En realidad es para quien detecte mercados disponibles y tenga una computadora a mano para entrenarse.

Hay oportunidades para expertos en ventas y para artistas creativos, siempre y cuando conozcan herramientas nuevas para sus prácticas o para detonar su marca.

Claro que científicos con verdadero interés por la ciencia aplicada tendrán más éxito en un mundo que busca soluciones desesperadamente. Ahí está una vía y para iniciarla no necesitan una nueva Legislatura.

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