Parteaguas

Lo malo del ‘nearshoring’

Algo se está rompiendo, pues en México se prepara mucha gente para trabajar en fábricas que ya no satisfacen mucho a los graduados.

Quizá la tuvimos para meter gol. ¿La tuvimos? De acuerdo con Google, hubo una semana, la última de mayo, durante la cual los mexicanos hablaron más que nunca de un tema: nearshoring.

Quizás pasamos por alto un reto: ¿quién quiere trabajar en una fábrica?

Hoy, apenas un tercio de esa gente habla del tema y resulta útil revisar razones.

El término surgió de un pleito entre Estados Unidos y China por retardos en suministros y porque ambos quieren quedarse con la producción de lo que hoy tiene más valor: la tecnología electrónica y digital.

Su conflicto derivó en un ‘chanfle’ nacional. Representó la oportunidad de que regresaran los días del boom económico de Naucalpan, Monterrey, Guanajuato, Tijuana… por traer la producción de países lejanos hacia fábricas instaladas en México.

¿Por qué? Hay al menos tres razones: la cercanía geográfica con Estados Unidos y Canadá, la factibilidad de exportar a esas naciones sin pagar aranceles y hacerlo a un menor costo por la amplia diferencia salarial. Bueno, este último factor parece desvanecerse.

La competencia por el capital humano va en aumento. En la búsqueda por retener o atraer el talento, derivado del nearshoring, 56 por ciento de las compañías afirman que en los últimos 12 meses, la disponibilidad del personal vinculado con el proceso de manufactura es más escasa”.

Esta declaración está incluida en un estudio llamado ‘Industria de manufactura en México 2024. Oportunidades y desafíos para el crecimiento y la competitividad’, de KPMG, una de las principales firmas de servicios profesionales a nivel mundial, con 227 mil empleados especializados en actividades como auditoría, impuestos y asesoría.

¿Y por qué es difícil conseguir gente? Tres cuartas partes de los afectados dicen que es debido a una mayor competencia por el capital humano. A eso se suma la falta de interés por parte de las nuevas generaciones, de acuerdo con un 71 por ciento de los consultados.

¿Por qué no quiere la generación Z trabajar ocho horas diarias, seis días a la semana dentro de un cubo sin ventanas?

¿Es acaso por lo diferente que es ese escenario respecto a la vida idílica que promete el Instagram y TikTok? ¿Acaso influye que empresas como Mattel ofrezcan un salario de 9 mil pesos mensuales a cambio de su vida? Esa respuesta no está clara, pero recargar en bajos salarios la competitividad no parece una receta exitosa de largo plazo.

Habrá muchos que prefieran quedarse en la casa jugando videojuegos y rascándose pesos a las cuentas del Banco del Bienestar de sus papás.

Datos oficiales revelan que, en efecto, el mercado demanda gente con habilidades para trabajar en una fábrica. La carrera de “electrónica y automatización” ocupa el lugar seis de las 10 mejor pagadas en México, de acuerdo con el Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo. “Manufacturas y procesos” está en la posición nueve.

Los primeros promedian sueldos de 18 mil 668 mensuales y los manufactureros, de 18 mil 450 pesos, en un top ten encabezado por quienes saben de ‘estadística’ y obtienen 27 mil 929 pesos mensuales como contraprestación.

Si a menos de 20 mil es a donde llegan los salarios mejor pagados para quien estudió durante toda su juventud, es posible discernir razones del descontento con las ocupaciones fabriles.

Si el estudio de KPMG tiene razón, algo se está rompiendo, pues este país prepara mucha gente para trabajar en fábricas que ya no satisfacen mucho a los graduados.

¿Qué pueden hacer los reclutadores? Enfatizar el propósito. La generación Z prioriza el trabajo que se alinea con sus valores; flexibilizar los acuerdos laborales para un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal; brindar oportunidades de desarrollo profesional, invirtiendo en capacitación; otorgar reconocimiento y recompensas; crear un ambiente de trabajo inclusivo y colaborativo de abajo hacia arriba; fomentar la innovación y la creatividad e invertir en tecnología para fomentar la participación.

Toda esa tarea incumbe a los accionistas y gerentes de las fábricas, aún antes de voltear a ver lo que toca al gobierno mexicano que, en efecto, hoy parece dedicado a poner obstáculos.

Pero para quienes aún recuerdan el nearshoring, hay una vía para aumentar la productividad que requiere total atención, si aún les interesan las oportunidades.

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