Parteaguas

Pregunten a la doctora Claudia

La tecnología es la vía más rápida que tiene México para brindar una mejor perspectiva de vida a su pueblo. A diferencia de los hombres que le antecedieron, Claudia Sheinbaum sí entiende eso.

Sus antecesores tenían otras habilidades. La próxima presidenta Claudia Sheinbaum sí puede plantearse útilmente esta pregunta: ¿Queremos crecimiento económico?

Un relevante artículo publicado este mes plantea esta propuesta: “Debemos cambiar la naturaleza del crecimiento”. Más interesante es que se publicó en una de las fuentes del mantra del crecimiento como propósito de nuestras relaciones: la revista F&D Finance and Development, del Fondo Monetario Internacional (FMI).

El texto ayuda a reflexionar. Se basa en el libro más reciente de Daniel Susskind, Growth: A History and a Reckoning, publicado a principios de este año.

Pensemos. El crecimiento, tal y como lo conocemos en México, depende en gran medida de seguir fabricando y moviendo máquinas. Eso conlleva el uso de recursos finitos: gas, petróleo, carbón, hierro, acero, aluminio… ustedes saben cómo van las cosas con eso.

Dejen de lado el altísimo costo ambiental. El costo social también es doloroso: millones de familias que saben hacer pocas cosas y que por eso mismo reciben bajos salarios que les impiden prepararse mejor, por lo que sus hijos no tendrán mejor suerte.

¿Queremos crecimiento económico? Si queremos eliminar la pobreza y brindar buena atención de salud para todos, sí. Indiscutiblemente necesitamos crecimiento económico.

¿Queremos el tipo de crecimiento malogrado en décadas recientes? ¿Qué piensa la física Claudia, quien será presidenta a partir de mañana? ¿Qué piensa la estadista que debe regir el gobierno de los mexicanos que le dieron ese privilegio?

¿Quiere un tren o quiere laboratorios de fácil acceso? ¿Quiere una refinería o quiere atacar la pobreza?

El artículo de Susskind propone: “El crecimiento no proviene de utilizar cada vez más recursos finitos, sino de descubrir formas cada vez más productivas de utilizar esos recursos finitos. En otras palabras, no proviene del mundo tangible de los objetos, sino del mundo intangible de las ideas. Y el universo de esas ideas intangibles es inimaginablemente vasto: casi infinito. En otras palabras, nuestro planeta finito no es la limitación que importa cuando pensamos en el futuro del crecimiento económico”.

Reflexionemos de nuevo. Los países y empresas tradicionales como las mexicanas invierten poco o nada en investigación y desarrollo (I+D) de productos y servicios. Los más ricos de este país tienen empresas pobres de márgenes pequeños, cuando se les compara globalmente.

Si queremos crecimiento útil, bien podríamos invertir 10 mil millones de dólares del erario en becas, en lugar de hacerlo en fierros.

“Debemos invertir mucho más en I+D, cuyas tendencias y niveles son desalentadores. En Francia, los Países Bajos y el Reino Unido, por ejemplo, el gasto en I+D como porcentaje del PIB se ha desplomado desde mediados del siglo XX; en Estados Unidos, la medida se ha estancado en los niveles de fines de los años 1960 durante décadas”, denuncia el texto publicado por el FMI.

“Incluso los esfuerzos del líder mundial, Israel, que invierte el 5.4 por ciento del PIB en I+D cada año, parecen modestos comparados con las inversiones realizadas por las empresas líderes: Alphabet, Huawei y Meta gastan más del 15 por ciento de sus ingresos en I+D. Un país no es una empresa, pero el contraste revela algo acerca de sus prioridades. Ningún país puede esperar un flujo constante de nuevas ideas a menos que invierta recursos serios en su descubrimiento”, agrega Susskind, quien es también profesor de investigación en el King’s College de Londres.

Piensen en cómo a lo largo de su vida cambió la relevancia de las industrias. Las mineras fueron las empresas más ricas, luego las petroleras y las acereras. Hoy las compañías más poderosas del mundo y que pagan los mejores salarios venden servicios que acaso podemos ver, pero no tocar.

El acceso a esos negocios a veces solo requiere de computadoras, de laboratorios, pero no de kilómetros de vías férreas o de millones en ladrillos.

La tecnología es la vía más rápida que tiene México para brindar una mejor perspectiva de vida a su pueblo. A diferencia de los hombres que le antecedieron, la presidenta electa Claudia Sheinbaum sí entiende eso. Debe actuar en consecuencia.

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