Hace unos días, el gobierno estadounidense destacó que Canadá es su mayor socio energético por el volumen de hidrocarburos y electricidad que intercambian, pero aún con ello, debió hacer una precisión: "Canadá es el segundo mayor importador de energía de los Estados Unidos, en términos de valor comercial, solo por detrás de México", informó la Administración de Información Energética de ese país.
En compras de energía, el vecino del sur supera a cualquier otro en Estados Unidos y eso está a punto de aumentar fuertemente… y no es por la gasolina.
Solo durante febrero, los estadounidenses vendieron diariamente a los mexicanos 5 mil 700 millones de pies cúbicos de gas natural. La combustión de ese gas sirve para mover turbinas que generan electricidad en todo el país. La mitad de la luz que requiere la nación proviene de la quema de ese combustible.
No hay precedente de esa cifra de compras y cuadruplica el volumen que adquiría México al inicio de la presidencia de Enrique Peña Nieto. A partir del mes que entra esta cifra podría elevarse hasta 45 por ciento de un solo golpe. La razón está en un nuevo gasoducto también sin precedente: el primer tubo marino que traerá gas natural desde EU por el Golfo de México para alimentar plantas de electricidad de la CFE que dirige Manuel Bartlett.
Lo instalarán Transcanada y la empresa Ienova, que dirige Tania Ortiz Mena, compañía que presume su relevancia como la principal empresa de infraestructura energética del país y que en cinco años elevó sus utilidades de 278 millones en 2013, a 861 millones de dólares en 2018.
Ienova responde a la californiana Sempra que invierte fuerte en el sector energético y cuyo interés descrito públicamente es detonar el crecimiento económico de México. Le conviene.
El gas natural es un combustible barato y menos dañino que el combustóleo o el diésel y debe servir como complemento al viento y el sol en una estrategia ideal de generación de electricidad. No está mal que México importe combustibles. Lo incomprensible es que la actual administración de Pemex dirigida por Octavio Romero haya continuado el abandono de la producción nacional de gas natural:
"La producción de gas natural de Pemex registró 3 mil 665 millones de pies cúbicos diarios; esto es una reducción de 6.9 por ciento o 271 millones de pies cúbicos diarios respecto al primer trimestre de 2018", divulgó Pemex en su reporte al primer trimestre de 2019.
La razón está en una decisión humana: "Esta desviación se explica, principalmente, dado que en la Región Norte se destinaron más recursos hacia campos productores de aceite", explicó la compañía.
El desdén al gas natural radica en su precio que es muy bajo y no entrega la rentabilidad del crudo. Cuesta menos de tres dólares por millón de BTUs, que es la unidad común. Mientras todo siga un rumbo inercial no habrá problema, pero ya ocurrió un lío cuando México aún no era así de dependiente: el gas natural llegó a los 15 dólares por millón de BTUs cuando el siglo era joven, lo que puso al borde del cierre a varias fábricas del norte del país. Ahora a ese riesgo se sumaría la CFE en un eventual repunte.
Estados Unidos está a punto de iniciar vía barcos la exportación ultramarina de ese recurso, gracias a nueva infraestructura. Pronto los mexicanos estarán compitiendo por ese mismo gas con otras naciones. Mientras, es indispensable que empresas como Ienova apuesten al negocio invirtiendo en ductos, pues no hay gas más caro que el que no se tiene.