Anoche, el tipo de cambio era de 3.17 pesos por cada yuan o renminbi útil para pagar en China. Hace 10 años había que pagar solamente 1.92 pesos por cada moneda de aquel país.
Esa variación en el tipo de cambio puede dar un aviso de la distancia entre dos naciones que apostaron a fabricar lo que consumen los estadounidenses, pero mostraron una diferencia dramática en su modo de aprovechar su boom en la manufactura.
El valor de lo que producen y cobran los mexicanos en lo que va del siglo avanzó de 700 mil millones de dólares hasta 1.2 billones previos a la pandemia. Es el PIB o Producto Interno Bruto, que cuenta lo que producimos y cobramos todos y este dato en algún momento breve se ubicó por arriba del de los brasileños y canadienses.
Fue notorio el avance en ciudades del norte como Monterrey, que cambió dramáticamente su rostro y sus habitantes vieron el nacimiento de una verdadera clase media trabajadora en zonas como Cumbres, Contry la Silla y en todo el municipio de San Pedro, pero otras partes de México también se sirvieron de ese brinco: Querétaro, Aguascalientes, San Luis y Guanajuato, de pronto mostraron prósperas zonas metropolitanas. Su avance fue importante, pero perdió ritmo a partir de la llegada de los chinos al comercio mundial.
En ese lapso los asiáticos empezaron en 1.2 billones de dólares al inicio del siglo –cuando se integraron a la Organización Mundial del Comercio en 2001, aceptando las reglas comerciales y de negocios del mundo– y avanzaron hasta 15 billones de dólares actuales, con lo que rebasaron naciones europeas y a los japoneses. Ahora tratan de alcanzar a los estadounidenses.
La diferencia entre lo ocurrido en México y en China podrán contarlo los historiadores, pero en términos simples podría resumirse que la razón está en lo que buscaron los gobernantes de una y otra nación.
Los de México, digamos que los bien intencionados, procuraron atraer plazas laborales y generar empleos que pagaran mejor que los que existían.
Los de China querían riqueza. ¿Te has fijado en lo que persigue el dragón que baila en las fiestas chinas? Me preguntó alguna vez mi amigo Liu. Persigue una perla –continuó– y esa perla es la riqueza, el dinero.
Mientras los gobernadores mexicanos cedieron terrenos en comodato y la exención de impuestos a cambio de nómina, cascos y guantes para la gente, los chinos cedieron tal vez lo mismo, pero a lo anterior añadieron una petición: sabiduría: el acceso de trabajadores chinos a las salas de junta, a los centros de diseño. Aprendieron cómo se hace el dinero.
México preparó buenos ingenieros administradores; los chinos además entrenaron ingenieros creadores.
Los mexicanos aprovecharon lo que hubo. Crecieron empresas como Grupo Alfa, Grupo Kuo, Metalsa… Aprendieron hábilmente a armar coches de otros.
Los chinos aprovecharon sus nuevos conocimientos y aprendieron a hacer carros desde una idea plasmada en la computadora. Allá ya hablan de cuatro empresas grandes:
FAW Group, Dongfeng, SAIC Motor and Chang'an, algunas de las cuales son o fueron comercializadas en México.
Lo que ocurrió con los coches fue replicado en prácticamente todas las industrias.
Hoy, Telcel o Telefónica requieren antenas marca Huawei que también consumen quienes quieren celulares con sistema operativo android.
Aunque las haya, es difícil recordar una marca mexicana que compita en ese ambiente tecnológico global.
Esta mañana de martes, el embajador de China en México, Zhu Qingqiao, ofrecerá una conferencia en la que participarán gobernantes mexicanos.
La tituló 'Presentación de los logros y la experiencia de la lucha contra la pobreza de China y las sesiones penarias de la Asamblea Popular Nacional de China y de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino'.
Espero traer detalles, pero posiblemente todo se resuma a que la salida más rápida de la pobreza es la búsqueda de la riqueza mediante el conocimiento.