Jorge Berry

¿Hasta cuándo?

Ha quedado más que claro, después de las elecciones intermedias de noviembre, que el nombre Donald Trump ya no tiene magia entre los votantes. Es más, ya tiene consecuencias negativas.

Ya bien entrada la noche del martes, se dieron a conocer los resultados oficiales de la elección especial para el Senado en Georgia, Estados Unidos. Para júbilo de los demócratas, el ganador resultó ser su candidato, el actual senador Raphael Warnock. El triunfo de Warnock no fue totalmente inesperado.

Georgia suele ser un estado que vota por los republicanos, pero lo totalmente inoperante de su candidato los hundió. Hershel Walker, para sorpresa de nadie, fue impuesto como candidato por el expresidente Donald Trump, y toda su campaña giró en torno a temas ultraconservadores, como la oposición al aborto. Uno de sus problemas fue que los medios descubrieron que, en el pasado, Walker había pagado por el aborto del bebé que esperaba una de sus novias. Pero para nada era el único.

Walker fue el corredor estrella del equipo de futbol americano de la Universidad de Georgia, y luego jugó en la NFL con los Vaqueros de Dallas. Ahí se quedó a vivir, en Texas. Hace unos años, participó en el programa de televisión El aprendiz, conducido por Donald Trump. Hicieron amistad. Por ello, a Trump le resultó un buen detalle impulsarlo para la candidatura senatorial en Georgia. Con su derrota, Walker completó la limpia demócrata, cuyos senadores actuales retuvieron todos sus asientos. Esto no pasaba desde tiempos de Franklin Roosevelt. La gran mayoría de los candidatos trumpianos perdió su elección, a todos niveles.

Para el Senado, esta pequeña mayoría de 51 a 49 tiene importantes consecuencias. Puesto que los dos años anteriores la división era 50-50, no había mayoría en ningún comité, lo que maniataba el margen de maniobra del líder Chuck Schumer. Ahora, con esta mayoría, el Senado podría retomar el trabajo del comité investigador del 6 de enero, que será desbandado por los republicanos en cuanto tomen posición de la Cámara baja.

Las cosas se le ponen peor al expresidente. El lunes, una corte federal criminal encontró culpable a la organización Trump de 17 cargos, entre los que están defraudación fiscal, valuaciones falsas de propiedades y muchos más. Si bien Trump no está personalmente involucrado en la demanda, cuando se conozca la sentencia, su imperio financiero quedará seriamente dañado. Además de las multas millonarias, seguramente quedará muy limitada su capacidad de operación, por lo menos en Nueva York, donde se llevó el litigio.

Esto, aparte de los demás casos que tiene encima. El asunto de los documentos secretos que se robó parece avanzar con rapidez, lo mismo que la demanda criminal en Georgia, donde está acusado de interferir en el proceso electoral, y donde ya han declarado personajes cercanísimos a Trump, como Mark Meadows y Rudy Giuliani. Y está también el más grave de todos, que es la insurrección del 6 de enero, aunque por el tamaño de ese asunto, la investigación tardará.

La última perla de Mr. Trump fue pedir en un discurso que se disuelva la Constitución. El respeto y hasta veneración a la Constitución es parte del discurso de 100 por ciento de los políticos. Fue hasta cómico ver a gente como el senador por Texas, Ted Cruz, tratar de sacarle la vuelta al asunto, no se fuera a enojar Trump. Y no sólo Cruz. Hubo otros. Ir contra la Constitución es un suicidio político, que sólo gente como Trump (y AMLO) se atreven a cometer, pensando en la lealtad inquebrantable de su base.

Pero el Partido Republicano tiene que imponer un “ya basta”. Ha quedado más que claro, después de las elecciones intermedias de noviembre, que el nombre Trump ya no tiene magia entre los votantes. Es más, ya tiene consecuencias negativas. En la elección del martes descrita líneas arriba, le pidieron a Trump que no apareciera en Georgia, porque perjudicaría al candidato. Es hora de que el partido corte el cordón umbilical con Trump, y regrese al camino de la democracia. Si no lo hace, seguirá perdiendo elecciones.

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