En Estados Unidos, durante años, ha habido una guerra silenciosa entre las grandes cadenas de noticias. Desde que Rupert Murdoch, el magnate australiano, adquirió la ciudadanía estadounidense para hacerse de Fox News, la apuesta quedó sembrada.
Murdoch es el dueño de una compañía llamada News Corp., que controla cientos de publicaciones y estaciones de televisión en todo el mundo. En Gran Bretaña, es dueño de The Sun y The Times, y en Estados Unidos, del New York Post y del Wall Street Journal.
Murdoch ve el periodismo desde una óptica, digamos, distinta. Sus tabloides sensacionalistas empezaron a tener enorme éxito y ventas. En Gran Bretaña, sus ataques y comentarios sobre la familia real hicieron escuela, y se creó una nueva forma de informar que resultaba divertida y entretenida para los lectores. Claro que las demandas de difamación llovieron, pero el éxito de News Corp. era innegable.
Murdoch, entonces, irrumpió en el mercado de la televisión en Estados Unidos. Adquirió Fox News y una serie de compañías más, para asegurar su cadena de difusión.
Hasta antes de Murdoch, las noticias en televisión estaban dominadas por las tres grandes cadenas, ABC, CBS y NBC, complementadas ya con CNN. Todas tenían prácticas profesionales sólidas y competían entre sí, pero, básicamente, seguían las normas. Las cosas cambiaron con Murdoch.
Este empresario identificó un segmento importante del mercado que no estaba explotado: la derecha casi radical, y contrató a Roger Ailes para conducir Fox News. Ailes era un genio de la programación. Decidió poner al aire lo que su auditorio quería oír, y para ello colocó voces conservadoras al frente de sus emisiones de noticias. Ailes fue despedido durante la campaña presidencial de Donald Trump por acoso sexual, pero dejó armado el terreno fértil.
Fox News se alineó fuertemente a Trump, al punto de que algunos de sus conductores aparecieron en mítines de campaña de éste. Poco a poco, fueron perdiendo objetividad y entregándose de lleno a la derecha radical de Trump. Trump ganó, Fox News aumentó tarifas y audiencia, y así iban caminando, hasta que llegó la elección presidencial de 2020. Ganó Biden y Fox News tuvo que informarlo así, pero sólo de momento. Empezó, entonces, la campaña de Trump para invalidar la elección, con Fox News apoyándola al 100 por ciento.
Uno de los argumentos que repetidamente sacaron al aire era que las máquinas para contar votos, pertenecientes a una empresa llamada Dominion, estaban alteradas para sacar a Trump del poder. Afirmando esto, aparecieron en Fox Rudy Giuliani, el propio Trump y una abogada desequilibrada llamada Sydney Powell, que fue quien destapó el escándalo. Powell aceptó, después, que su fuente era una pitonisa, cosa que sabían los conductores y ejecutivos de Fox.
Dominion está ahora demandando a Fox News por difamación, y pide mil 800 millones de dólares. Según analistas jurídicos, Fox News no tiene salida. Tendrá que pagar y, probablemente, la obliguen a retractarse públicamente por haber mentido al auditorio, plenamente consciente de que avaló una falsedad. En una declaración judicial sobre el tema, Murdoch aceptó que sabía que eran argumentos falsos, pero que no quería antagonizar a Trump, puesto que sus auditorios son uno mismo. “Tomé la decisión”, dijo Murdoch, “no en base a consideraciones políticas, sino financieras. No quería perder patrocinadores ni audiencia”, concluyó.
Murdoch y Fox News cometieron el pecado capital del periodismo: mentir a sabiendas. El costo será altísimo, pero lo peor es que el daño está hecho.