La semana pasada les comentaba sobre el deterioro en la relación bilateral México-Estados Unidos. Ahora, la cosa se pone peor. El lunes, la agencia de noticias Reuters, citando fuentes confidenciales, informó que Estados Unidos ya se hartó de la verborrea que aplica el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cada vez que se toca el tema de las políticas energéticas mexicanas, que ostensiblemente violan el Tratado México Estados Unidos Canadá (T-MEC).
Recordarán que, ante las quejas de estadounidenses y canadienses, se abrió una mesa de negociación para llegar a acuerdos en la materia. La queja es muy simple. El gobierno mexicano se comprometió a respetar un marco de piso parejo en el trato a empresas de nuestros socios que han invertido en proyectos energéticos. México ha hecho todo lo contrario.
Bajo la bandera de un rancio nacionalismo, el presidente López Obrador ha favorecido de manera sistemática a las empresas del gobierno, notoriamente ineficientes, como son Pemex y CFE, por sobre los intereses de sus competidores extranjeros. Esto al Presidente ni le preocupa ni le angustia porque, con fines propagandísticos dignos de los 70, utiliza sin recato el discurso de la defensa de “nuestra soberanía energética”.
Según Reuters, el tema ya llegó a la atención del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien está políticamente obligado a actuar. Son muy pocos los temas que provocan consenso entre republicanos y demócratas en el Congreso estadounidense, pero este es uno de ellos. Por ello, Reuters informó que se prepara un equipo negociador de alto rango, que sería el encargado de llevar a México un “ultimátum” al presidente López Obrador, con los datos específicos de lo que exigen nuestros socios. Si AMLO intenta, una vez más, marearlos con el discurso, no lo van a permitir, y llevarán el tema a un panel independiente. En los términos del T-MEC, está claramente establecido que las decisiones de los paneles independientes son inapelables. Si México, como parece obvio, es encontrado en violación del tratado, podrá ser sancionado con aranceles en docenas de productos de exportación, como aguacate, mango y otros, y esos aranceles serían altísimos.
Aun así, López Obrador no parece inmutarse. Hace unos días, mandó al director de Profeco, Ricardo Sheffield, a informarle a la gasera estadounidense Valero que bajara sus precios, o tomaría medidas. Está específicamente prohibido en el tratado el control de precios por parte del Estado, pero sabemos que el respeto a la ley nunca ha sido el fuerte del tabasqueño.
Pero esto es sólo el principio. Ya viene cocinándose la controversia del maíz transgénico, también contemplado en el tratado, y ya declarado insalubre por el gobierno obradorista.
Espero que el Presidente realmente piense los pasos a seguir. Estos enfrentamientos ponen en peligro la existencia del tratado mismo, y las consecuencias negativas que eso tendría para el país son inimaginables. Todos sabemos de la legendaria necedad y tozudez de AMLO. Pero este es un momento de alto riesgo para México, puesto que este diferendo en materia comercial se presenta en un momento en el que Estados Unidos está especialmente sensible a los acontecimientos en su frontera sur.
Ya no estamos, como pasó en los primeros cuatro años del sexenio, caminando debajo del radar de Estados Unidos. Cada vez más, los medios y los políticos de allá se están fijando en lo que pasa en México, y López Obrador no goza de una buena imagen. Pasan cosas a diario que enrarecen la relación. Desde el secuestro y muerte de dos ciudadanos estadounidenses, los medios de Estados Unidos han tomado nota de la marcha rosa, de los ataques contra el INE y, tristemente, de la tragedia del lunes en Ciudad Juárez, donde murieron calcinados 39 migrantes por negligencia de las autoridades. Esta decisión hay que tomarla con la cabeza fría.