Jorge Berry

¿A dónde vamos?

¿Hay un plan o por lo menos se trabaja en el diseño de alguno? ¿Hay especialistas y expertos estudiando el tema? ¿O seguiremos improvisando a la mexicana? Son preguntas.

Me resisto a creer que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, impone su voluntad sin un debate sincero con sus más cercanos colaboradores respecto al rumbo del país. Daría mucho por ser una mosca en la pared y conocer los términos de esas conversaciones. Sobre todo ahora, que a seis meses de asumir el poder, ya debe haber una idea más clara de lo difícil que resulta predecir las consecuencias de decisiones tomadas por lo que sus críticos hemos dado en llamar las 'ocurrencias'.

Gravita en la cúpula obradorista el modelo del Foro de Sao Paulo. Varios en la órbita del presidente defienden esa postura, encabezados por la presidenta de Morena Yeidkol Polevnski. Podrán argumentar que los programas del mentado foro no se han aplicado correctamente, pero, aunque no lo acepten públicamente, saben que ha fallado, y que sería iluso pensar que en México sería diferente.

Por donde se le quiera ver, ninguno de los países que ha implementado los principios del foro ha tenido éxito. Venezuela, por más que se quiera defender el régimen de Nicolás Maduro culpando al "imperialismo yanqui" (argumento muy sesentero), ha sido un total desastre para la población. La economía está hecha añicos, lo que ha provocado un éxodo masivo de venezolanos al exterior, para no hablar de las condiciones de vida en el país, empezando por un sistema de salud que dejó de existir. Argentina, sin llegar a esos extremos, tampoco está floreciendo. La inflación, de nuevo, está acabando con la capacidad de compra de la gente, y el gobierno de Cristina Kirschner, otra de las admiradas por los paulistas, se acabó el dinero del Estado repartiéndolo en programas asistenciales no productivos. El presidente Mauricio Macri, en el poder desde diciembre de 2015, no ha podido levantar la economía en medio de escándalos de corrupción. Dos gobiernos populistas de izquierda que fueron al fracaso.

Con frecuencia, el presidente López Obrador pone como ejemplo aspiracional a los países del norte de Europa. Si la meta del gobierno de México es usar el modelo social demócrata de Suecia, Noruega o Finlandia, es preciso cambiar de rumbo de manera inmediata. La primera prioridad debe ser entonces, la educación, de manera que integre a la fuerza de trabajo a un número mucho mayor de mexicanos. Esto no se consigue poniendo el sistema educativo en manos de los sindicatos, que han demostrado probadamente, su incapacidad para manejar el tema. Son parte de los compromisos clientelares que el presidente tiene que romper, y no es tan fácil. Se requeriría una voluntad thatcheriana para lograrlo.

López Obrador ha prometido, reiteradamente, un sistema de salud estilo noruego, con cobertura universal para todos. Se ve lejanísimo, sobre todo cuando la decisión ha sido recortar los presupuestos de salud de manera brutal. Los noruegos pagan tasas impositivas de alrededor de 80 por ciento para sostener esa, y otras prestaciones. Y ese 80 por ciento lo pagan todos, sin excepciones a la informalidad, que prácticamente no existe, y muy reducidas deducciones personales, aunque con estímulos fiscales importantes a las empresas que crean empleos de calidad. Es un esquema que llevaría décadas implementar en México, y que obligaría al gobierno a planear a largo plazo. Ya vimos que, con el caso del NAICM, ese tipo de proyectos no se respetan.

Finalmente, los países nórdicos, sin excepción, cuentan con un Estado de derecho funcional, que ofrece certeza jurídica. México está muy lejos de lograrlo.

Tampoco los nórdicos son el paraíso terrenal. Tienen su buena dosis de corrupción, que se incrementa conforme avanzan los populistas de ultraderecha, como ocurre en Austria. Sin duda sería benéfico importar algunas de sus políticas, pero ello no se puede lograr sin instituciones sólidas, y aquí parece que lo que queremos es debilitarlas.

De nuevo, la pregunta que encabeza este artículo: ¿A dónde vamos? ¿Hay un plan, o por lo menos, se trabaja en el diseño de alguno? ¿Hay especialistas y expertos estudiando el tema? ¿O seguiremos improvisando a la mexicana? Son preguntas.

Quisiera ser una mosca en la pared…

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