Opinión Jorge Berry

Los Republicanos

Para quien puso atención, es difícil, si no imposible, justificar las decisiones de Trump, que claramente violan leyes electorales, pero que, además, muestran el crudo abuso de poder que aplicó el presidente.

El equipo de los demócratas presentó durante tres días de la semana pasada, los argumentos en favor de la destitución del presidente de los Estados Unidos Donald Trump ante el pleno del Senado. Han sido comandados por Adam Schiff, presidente del comité de inteligencia de la cámara de representantes, y responsable de la investigación sobre Trump y su campaña de presión sobre Ucrania para obtener ayuda electoral indebida.

Para quien puso atención, es difícil, si no imposible, justificar las decisiones de Trump, que claramente violan leyes electorales, pero que, además, muestran el crudo abuso de poder que aplicó Trump. Ese será el secreto de todo este proceso. Porque, incluso dentro del grupo de 100 senadores que constituyen el jurado, hubo muchos que se salían, otros que, a pesar de tenerlo prohibido, sostenían conversaciones en voz baja, o de plano otros que se pusieron a leer un libro. Casi todos, hay que decirlo, republicanos que llegaron al juicio con la decisión tomada de encontrar inocente a Trump, más allá de cualquier evidencia o argumento presentado en el proceso.

Schiff y los demócratas saben muy bien que no van a convencer a esos senadores. Ellos no son el objetivo. El esfuerzo está encaminado a la opinión pública, y a la influencia que los argumentos puedan tener en el electorado en el mes de noviembre. Esto importa no solo para Trump, sino para el partido republicano en general, y no parecen haberlo calibrado muy bien.

Todo empezará con el tema de los testigos. Después de la presentación de los republicanos, que comenzó el sábado y terminará mañana, el pleno tendrá que votar para decidir si llaman testigos y requieren documentos del poder ejecutivo. Las encuestas muestran un claro apetito del electorado por escuchar testigos, que raya en un 70%. Si los republicanos bloquean la presentación de testigos, los demócratas los acusarán, en campaña, de complicidad con Trump para ocultar información al pueblo de Estados Unidos, y ello afectará de manera específica a cuatro o cinco senadores republicanos que buscan reelegirse, y que están en estados particularmente vulnerables. Gane o pierda Trump en noviembre, la peor catástrofe electoral a la que están expuestos los republicanos es perder el senado, porque con ello se iría el control sobre nombramientos y confirmaciones de funcionarios de distintos niveles, empezando por jueces federales.

El otro lado de la moneda está en aceptar testigos. Si John Bolton declara, se arriesgan a que, literalmente, sepulte a Trump, y obligue a muchos senadores a pensarlo dos veces antes de exonerarlo. Lo probable es que, aun así, no se alcancen las dos terceras partes de mayoría requeridas para la destitución. Pero un veredicto que incluya algunos votos republicanos en contra de Trump, sería electoralmente devastador.

En el caso extremo, y altamente improbable, de que, a la luz de nueva evidencia, como la grabación dada a conocer el viernes, en donde Trump ordena el despido de la embajadora de EU en Ucrania, Trump sea destituido, la cosa no mejora. En el tema de Ucrania, el vicepresidente Mike Pence está enredado hasta el cuello, y si llegara a suceder a Trump en la presidencia, sería totalmente inviable como candidato.

Hay muchas opiniones por ahí asegurando que Trump tiene amarrada la reelección. No las comparto. A raíz del famoso "impeachment", sus números han empezado a bajar, y su comportamiento errático no muestra visos de modificarse. La gente está cansada de Trump y el trumpismo, y ello se demostró en las intermedias de 2018, donde los republicanos recibieron la peor paliza de su historia. Entre más a la derecha radical, xenófoba, racista y persignada lleva Trump a su partido, más lo acerca a la extinción. Quien no tome en cuenta los cambios demográficos profundos que están modificando el mapa racial, económico y social de EU, no podrá diseñar estrategias electorales exitosas para el futuro. Y esos cambios, ya llegaron.

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