Jorge Berry

Pudo ser peor

El principal objetivo del viaje se logró, aunque el impacto será efímero y los costos podrían reflejarse hasta después de las elecciones en Estados Unidos.

Antes del viaje, no encontraba una necesidad real de que el presidente de México Andrés Manuel López Obrador fuera a Washington. Ahora, después de la visita, sigo sin encontrarla.

Cierto es que durante tres o cuatro días la conversación nacional se centró en torno a la primera salida internacional de López Obrador, a exclusión de los temas de verdadera relevancia para los mexicanos, que son el desastre en el que está el sistema nacional de salud, y la falta de políticas públicas para contener la pandemia por una parte, y la brutal caída de la economía mexicana, cuyo impacto aún no se percibe en su real dimensión, por la otra.

Visto así, el principal objetivo del viaje se logró, aunque el impacto será efímero, y los costos podrían reflejarse hasta después de las elecciones en Estados Unidos.

Lo primero que llama la atención de la agenda, es la ausencia de alguna reunión con miembros del Congreso, cuyos legisladores demócratas merecen tanto o más agradecimiento que el presidente Donald Trump por haber pasado el T-MEC sin sobresaltos mayores. No podía haber reunión con el candidato demócrata Joe Biden sin que Trump enfureciera, pero hubiera sido recomendable agendar algo con Nancy Pelosi.

Sin embargo, la omisión más grave fue no programar algún evento con organizaciones migrantes. De por sí, los migrantes mexicanos en EU saben que éste no es un gobierno particularmente preocupado por sus causas, como no sea ponerse el sombrero, sin mérito alguno, del incremento de las remesas. No olvidan la onerosa reducción presupuestal que le aplicaron a los consulados y embajada, al punto de no poder prestar ya ni servicios legales básicos a los connacionales que lo requieren. Pero sí esperaban algún gesto presidencial, dado que es sabido que su principal, y casi única preocupación, es la obtención de votos, y los migrantes votan.

Particularmente desafortunado fue su discurso ante Trump, en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca. Después de un discurso algo incoherente del presidente anfitrión, con palabras de alabanza más para AMLO que para México, y varias desviaciones a temas de política doméstica, López Obrador tomó la palabra.

El contenido

De las pocas veces que AMLO pronuncia un discurso leído, y no improvisado, lo primero que llamó la atención fue que, sin dejar de hablar despacio, la fluidez de sus palabras, y la ausencia de las interminables pausas que frecuentemente usa, dejaron la impresión de una notable mejora en sus técnicas de oratoria.

Lo malo fue el contenido. Fue más allá de sumiso ante Trump. "En vez de agravios, hemos recibido comprensión y respeto," dijo López Obrador de un personaje que arrancó su campaña política llamándonos "criminales y violadores". Pues, ¿qué diría si no nos respetara?

"Usted no ha buscado imponernos nada", fue otra de las joyas que AMLO le ofreció a Trump. Como no sea reprogramar a la Guardia Nacional para perseguir migrantes en vez de criminales, porque hay miles de elementos de la GN dedicados a eso en ambas fronteras. Eso nos lo impuso Trump so pena de aplicarnos aranceles, y aún recuerdo las desesperadas maniobras de Marcelo Ebrard para cumplir metas numéricas impuestas por la Casa Blanca.

En los discursos de la tarde, Trump fue muy breve y AMLO, como improvisó, no. Volvieron sus kilométricas pausas, y tocó temas laborales del tratado. No se permitieron preguntas.

Los resultados de la cena con los empresarios de ambos países se empezarán a filtrar en los próximos días, y alguna esperanza hay de que, bajo presión de Trump, se modifiquen algunas de las locuras cometidas por Rocío Nahle y Manuel Bartlett en política energética. Pero no muchas. Lo mejor de la gira de López Obrador a Washington fue que pudo ser peor.

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