El impacto de la pandemia ha sido tan profundo para el país que para poder dimensionar el tamaño del daño es necesario compararlo con la población de estados de la república.
Me explico: a mediados de junio, México había perdido 1,033,366 empleos, el equivalente a casi toda la población del estado de Nayarit. Pero al 12 de julio, la cifra se elevó a 1,113,377, casi equivalente ahora a todos los habitantes de otra entidad de la república: Tlaxcala.
Además, el 30 de julio, el INEGI reportó que la economía mexicana se contrajo en -19.8% anual, y economistas esperan que esta caiga en el aó hasta un 11%.
La crisis del país no es ajena a la pandemia, algo inevitable en sí. Pero lo que sí podría haber sido evitable es su estrepitosa caída. Diversas instituciones financieras lo atribuyen a dos razones. La primera se debe al frecuente e impredecible cambio de reglas por parte del presidente López, pues como advierte el economista, Karl Sigmund, si la confianza en los contratos se rompe, lo mismo le sucede la economía porque ésta se sustenta en certidumbre. La segunda razón es la falta de apoyos fiscales o facilidades por parte del Estado mexicano para conservar fuentes de empleo y proteger el ingreso familiar.
Para sustentar este último punto, analicemos el caso de Alemania. Este país implementó un programa llamado Kurzarbeit (empleo temporal en español) y que ha sido fundamental para mantener al empleo estable. Este consiste en que a los emprendedores, para que no despidan a sus trabajadores, se les permite que les reduzcan sus horas laborales y el gobierno paga el 60% de su sueldo.
El Kurzarbeit es, como señala el Fondo Monetario Internacional, una excelente herramienta de gestión de crisis porque se genera un triple beneficio para la economía del país: (1) los trabajadores no pierden su empleo; (2) mantienen un gasto similar previo a la crisis (lo que permite a la economía mantener una elevada tasa de consumo); y (3) las empresas retienen a personal clave y evitan el costoso proceso de despido, recontratación y recapacitación.
Así, el programa Kurzarbeit ha generado resultados impresionantes. Ante la crisis por el COVID-19, el PIB de Alemania cayó 10%, pero el desempleo sólo incrementó 4.2%. En cambio, en México -donde no se ha querido implementar este tipo de programas- el INEGI reporta que el 42% de la población ocupada vio reducida su jornada laboral, el 46% una caída en sus ingresos y 30% de los hogares reportan que algún miembro de su familia perdió su empleo.
En la Coparmex le hemos propuesto al presidente López una alternativa similar al Kurzarbeit alemán, que llamamos Salario Solidario. Es tiempo de que el Ejecutivo federal lo implemente. México no quiere seguir perdiendo empleos equivalentes a estados con población cada vez mayor, como ahora la de Tlaxcala.