El jueves de la semana pasada, se llevó a cabo la presentación de un libro que recoge más de un centenar de artículos periodísticos escritos por el doctor Éctor Jaime Ramírez Barba, originalmente publicados en un diario capitalino y otro de León, Guanajuato. El libro lleva como título Legislando la salud desde la curul 083 (edición de la Cámara de Diputados, 420 páginas), y contiene básicamente textos relativos a temas de salud, según se ocupó de ellos el citado órgano legislativo federal en 2022 y 2023.
El doctor Ramírez Barba es diputado federal por el 5° distrito electoral de Guanajuato y secretario de la Comisión de Salud de la actual LXV Legislatura. Su libro será fuente de necesaria, obligada consulta cuando se escriba la crónica de la legislatura federal que el próximo mes de agosto concluirá sus funciones.
Imposible dar cuenta aquí de los numerosos tópicos relativos a la citada materia. Pero sí es factible y además bien vale la pena transcribir algunos pasajes del libro, particularmente los que dan cuenta del desastre causado por el actual gobierno al sistema de salud.
Da cuenta el autor de los resultados de un par de encuestas nacionales recientes (de Ingresos y Gastos de los Hogares, y de Salud y Nutrición) que han hecho visible “en su conjunto, la deformación y el incumplimiento del orden constitucional en materia sanitaria están obstaculizando el Sistema Nacional de Salud, (que) han deteriorado gravemente la operación de los servicios públicos de salud… y afectado con mayor severidad a la población sin seguridad social… que ha tenido que recurrir a personas físicas y morales de los servicios privados…” (pág. 197). Es decir, en perjuicio de los más pobres.
En otro pasaje, señala el legislador que “el exceso de mortalidad (de al menos medio millón de personas fue) por el negligente manejo de la pandemia en nuestro país (durante) 2020-2021 (que) ha sido el más alto del mundo: un aumento de 55% en exceso de mortalidad” (pág. 197).
Entre las causas que provocaron tal desastre, según afirma el diputado Ramírez Barba, hay que contar “las fallas garrafales en el proceso de vacunación (durante la pandemia, de manera tal que fueron) un factor determinante para tener esta inaceptable sobremortalidad” (pág. 197), pues como prueba de que así fue señala, entre otras muchas pifias y corruptelas, que “no supervisaron los pagos a las compañías farmacéuticas, efectuando pagos duplicados (detectados por la Auditoría Superior de la Federación, ASF), a dos compañías, una de las cuales reintegró el recurso financiero sin intereses 239 días después” (pág. 196).
Además, “se encontraron (también por la ASF) discrepancias en los datos relativos a las cantidades de dosis de vacunas, número de lotes de facturas”, etcétera, entre el SAT y la Cofepris; también se evidenció total desorden en el manejo de las vacunas Pfizer, y en el Instituto Nacional de Virología se descubrieron 1.6 millones de dosis caducas (pág. 199).
También indica, de acuerdo siempre al Coneval, que entre 2018 y 2022 el porcentaje de personas sin acceso a servicios de salud aumentó de 16.2 por ciento a 39.1 por ciento, lo cual se traduce en un incremento de 30.3 millones de mexicanos que carecen de estos servicios, los cuales pasaron de 20.1 millones de personas en 2018 a 50.4 millones en 2022 (pág. 337).
Un dato final, aunque quedan muchos otros en el tintero, pero que da idea de la brutal opacidad o de la corrupción de campeonato que han caracterizado al actual gobierno, es el siguiente: de los 93 mil millones de pesos que tenía el Fonsabi en 2018, más los 250 mil millones adicionales que recibió en los años siguientes, la Secretaría de Salud ha reintegrado a la Secretaría de Hacienda la casi totalidad de estos recursos, pues destinó menos del 2 por ciento para la atención de gastos catastróficos. ¿A dónde fueron a dar? Comenta el diputado Ramírez Barba: “Estos fondos que ascienden a más de 300 mil millones de pesos [en el mejor de los casos], han sido drenados para financiar proyectos no relacionados con la salud” (pág. 401).
Como resumen de los anteriores y otros muchos datos que ponen de manifiesto la catástrofe de la salud en nuestro país en los años posteriores a 2018, catástrofe que ha sido posible “en México por la dictadura sanitaria que ha echado raíces, extendiendo su manto de opresión sobre la población” (pág. 307), ha provocado “una debacle del sistema público de salud sin precedentes desde 1812″ (pp. 32 y 252). Ni más, ni menos.