Los aniversarios se convierten para muchos en una monserga. Todo depende de qué y de quienes se trate. Los primeros aniversarios de casados son muy felices. Pasando los diez años, a veces se le olvida a uno o a los dos. Un poco más de tiempo y el aniversario sirve para generar remordimientos y arrepentimientos que terminan en terapia individual o en una mesa arrinconada de un bar. Así también los primeros cumpleaños: las piñatas y los regalos son las delicias de l@s niñ@s, las mañanitas y el pastel son momentos importantes en la vida del infante. Pasada la tercera década hay gente que las mañanitas verdaderamente le irritan hasta despertarle actitudes violentas, también personas que se niegan a decir su edad y por lo tanto a festejar nada. Los aniversarios de trabajo en una empresa son motivantes al principio cuando se logra subir en el escalafón. Pero ya cuando se cumplen veinte se está a la espera de que no lo corran a uno injustificadamente, que no salgan con que bajaron la jubilación o aumentaron la edad para acceder a ella.
El caso del aniversario de nuestra Constitución pasa por cuestiones semejantes. Es motivo de satisfacción y proyección para la clase gobernante y de triste memoria para los ciudadanos que saben que la llamada Carta Magna es lo más parecido a un trapeador para los que la festejan. La conmemoración de este año se llevó a cabo en Querétaro como debe ser. Se dieron cita los poderes de la Unión y hubo discursos.
El gobernador del estado anfitrión, Mauricio Kuri, salió con un discurso bastante bueno. No solamente habló del momento histórico de hace más de un siglo, sino que advirtió del clima imperante en ese entonces y la necesidad de llegar a ciertos consensos básicos: En ese entonces: “…adoptan un acuerdo explícito: someterse al Estado de derecho. Quienes entonces pactan la paz no son solamente adversarios: son auténticos enemigos que se han enfrentado hasta la muerte. Lección central: cuando la política falla, la violencia estalla”. Al contario de muchos que deciden escurrir el bulto frente al presidente y eludir dar definiciones políticas, Kuri fue claro respecto del intento de modificación de la institución electoral: “Libertad y democracia han sido las más caras aspiraciones políticas de la sociedad mexicana. Por eso, las y los ciudadanos demandaron protegerlas con una fórmula impecable: tenerlas bajo su custodia (…) Modificarlo no sólo iría contra la Constitución, sino contra un proceso histórico y una sentida demanda de la sociedad”.
Esperada en su primera aparición en un evento de esta tesitura, la nueva presidenta de la SCJN, Norma Piña, también supo hablar de las diferencias que ha manifestado de manera por demás burda el presidente de la República. Habló de “evitar encuentros estériles” y remarcó que la “independencia judicial no es un privilegio” y aseguró a los miembros de los distintos poderes que “cuentan con el Poder Judicial Federal”. Nada mal para fijar posición en un evento de esta naturaleza en el que cualquier resbalón puede ser fatal para quien comienza a construir una imagen.
Desgraciadamente tocó el turno al primer orate de la nación que salió con el mismo rollo de siempre del neoliberalismo, su dizque humanismo mexicano -que no ha podido definir- y habló del México “fraterno de nuestros días”. Ni la burla perdona. Si algo priva en nuestros días es el odio y el encono que él siembra todos los días.
Santiago Creel ocupó sus minutos para decir lo mismo que ha dicho en los últimos veinticinco años: que nos unamos todos y que dialoguemos como forma de vida aunque no haya interlocutor enfrente.
Total que, como todo aniversario, algunos la pasaron bien, y otros mal. Lo cierto es que nuestra maltrecha Carta Magna ya no ha de querer ni las mañanitas, simplemente que dejen de hablar en su nombre.
Twitter: @juanizavala