Autonomía Relativa

El proyecto Dinamarca

Al inicio de su gobierno López Obrador anunció que el sistema de salud que iba a instaurar sería como el de los daneses. Hubo quien no se aguantó la risa, pero hubo quien sí le creyó.

Se sabe: Dinamarca está muy lejos. Compararnos con quienes ocupan ese país escandinavo no sólo es ocioso, sino francamente estúpido. Más, mucho más si se trata de imitar su sistema de vida, su sistema de salud y de bienestar. Lo estrambótico del asunto es que la ocurrencia salió de la mente tropical de nuestro Presidente. Desde que inició su gobierno anunció que el sistema de salud que iba a instaurar sería como el de los daneses. Hubo quien no se aguantó la risa, pero hubo quien sí lo creyó. El resultado es un desastre de sistema en el que faltan de surtir 45 millones de medicinas, hospitales colapsados, crisis de abasto y todavía el Presidente dijo hace unos días que ahora sí ya iba a quedar y que “será mejor que el de Dinamarca” porque “ya lo pensé bien”. El resultado de sus pensamientos normalmente lleva a un panteón o a una hecatombe.

Para ejemplo de nuestra enorme distancia con los escandinavos –por cierto, para dejarlo en claro: no me cambiaría por un danés ni me iría a vivir para allá ni a madrazos, aunque si invitan a dar un par de paseos por la zona voy encantado– está el caso de la enfermedad de nuestro tabasqueño escandinavo: el presidente López Obrador. En cualquier país medianamente desarrollado se informa puntualmente de la enfermedad o padecimiento de un titular del gobierno cuando tiene que dejar sus funciones. Esto sucedía también en nuestro país cuando fue medianamente desarrollado. Ahora que está en vías de ser un país bananero presidido por un hombre con ínfulas de cacique, pues no sabemos nada de la salud del presidente de la República. Unos dicen que le dio covid, otros que una embolia, que está afiebrado, que un derrame cerebral, que un infarto… la falta de información fomenta el rumor y la especulación, lo que a dos días del anuncio de que se sentía mal es claro que la desinformación es una estrategia deliberada. Nada más lejos de la trasparencia escandinava.

Por otro lado, lo que hacen los titulares de salud es alarmante. El conocido doctor muerte, López-Gatell, en lugar de dar alguna explicación del padecimiento de López Obrador anuncia una campaña contra los vapeadores como si estos hubieran sido la causa de la enfermedad presidencial. Por el otro sale el secretario de Salud, tristemente famoso por recetar VapoRub y remedios caseros en plena epidemia, a decir que el Presidente tiene buena salud y que sus análisis están bien. El misterio –desinformación– en torno a este tema es algo grave, pues, en efecto, aumenta la aprehensión de sus fanáticos y la frotadera de manos de sus malquerientes.

Para colmo está el asunto de las corcholatas, aspirantes a la Presidencia. La señora Sheinbaum, con ese carisma que le caracteriza, se manifestó sobre el tema. La jefa de Gobierno se ha declarado abiertamente atea, lo que no quita pudor para sentirse guadalupana o para decir en este caso que “muchos mexicanos están orando por el estado de salud” del Presidente. Se entiende que ella no está entre esos mexicanos, pero ¿por qué tiene que decir eso?, ¿es tan grave lo que pasa con la salud del Presidente? Deberían decirlo en lugar de alimentar rumores y oraciones por la recuperación del Presidente.

Marcelo, siempre destacando con su tacto de elefante en cualquier evento mortuorio –como cuando se tomaba selfies en los funerales de la reina británica– o de emergencia, se lanzó a una gira con la esposa del enfermo. Ni para qué más comentarios.

Y está Adán Augusto, que se quedó al frente del gobierno. El hombre puede ser simpático, pero en estas circunstancias, cuando está de traje y preside la conferencia de prensa, se subraya su aspecto de empleado de funeraria o de pariente de los Locos Adams, lo cual le da un tono chusco a todo este asunto de la enfermedad del Presidente.

Al final, si ocultaron algo se sabrá. Pero por vía de mientras habrá que dejar estacionado el proyecto Dinamarca. Ya será en otra ocasión.

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