Todo indica que el PAN ha decidido ponerse la soga al cuello. No es ninguna sorpresa. Se sabe desde hace algunos años que las dirigencias de ese partido prefieren apostar a perder que a ganar. Más fácil se acomoda en la derrota opositora que en el compromiso y el reto siempre desgastante de gobernar. Las mieles del triunfo siempre traen las hieles del gobierno. Mejor administrar la nómina, manejar los cargos, controlar ciertos presupuestos, vender apoyos y tener bajo perfil para que nadie moleste y, sobre todo, no acabar en la cárcel.
Mucho se habla de la alianza opositora, de la unidad de todos. Es falso. Alito se irá por su lado y el PAN por el suyo. Se culparán unos a otros, pero ceder sus espacios de poder no está en el panorama que han trazado. Faltará saber qué hará el señor Claudio con sus organizaciones “ciudadanas” y sus empleados “independientes” a los que, supuestamente, no les importa la política, sino el devenir de la nación.
Uno de los problemas que enfrentan los partidos, previo a las elecciones, es el de cómo seleccionar a su candidato. Por lo menos en México eso pasa cada elección; en otros países, los partidos tienen muchos años con sus métodos. El PAN hace años que dejó su método interno que por décadas los mantuvo unidos y procesando los problemas en paz y tranquilidad. También eran épocas en las que a casi nadie le importaba lo que pasaba en el partido blanquiazul.
Una buena parte de la sociedad se ha pronunciado en contra del lopezobradorismo en cualquiera de sus manifestaciones. Esto genera una oposición activa de electores que están a la espera de una candidatura competitiva por parte de la oposición partidista.
De quienes quieren la candidatura del PAN a la Presidencia se han manifestado sistemáticamente dos: Lilly Téllez y Santiago Creel. Ambos son los más tomados en cuenta por las encuestas y son mencionados ya como los que podrían alcanzar la candidatura de ese partido. Falta el método para seleccionar al abanderado.
Bien, el PAN ha decidido hacer un método cuyos requisitos son absurdos de cumplir. El presidente del PAN anunció que le van a pedir a cada candidato que recolecte un millón de firmas para contar con “representación del padrón” y que, supone el dirigente, eso les va a dar una base de datos muy importante. Eso ya se hizo y fue un desastre. Es carísimo, obliga a los candidatos a formar estructuras pagadas y pues ¿quién paga? Porque se entiende que el partido no tiene recursos para esas tareas. Es una invitación a vender la elección. Morena puede sin problema alguno financiar a un candidato; Alito ya dijo que él puede ser candidato, pues tiene 2 millones de votos.
El Peje se ha de estar riendo. Sabe que los del PAN “pierden solitos”, ni ayuda necesitan. El asunto es grave, no sólo porque el PAN está secuestrado por una banda de mediocres buenos para el negocio, malos para la política. Su horizonte es el billete no la boleta. Y han dejado en claro que el candidato de esa pandilla tiene nombre y apellido: Santiago Creel.
Para él es el método, para él juega la dirigencia. Bastó un programa de debate con Lilly Téllez (con cuya candidatura simpatizo abiertamente) en el que le puso una arrastrada a Santiago para decidirse de una vez por imposibilitar cualquier otra candidatura que no sea la de Creel. Les conviene: se visten de panistas diciendo que alguien representa sus valores y principios y que perderá con decoro panista. Porque para ellos, lo importante es perder.