Por razones extrañas, a algunos políticos –mayormente que son o fueron priistas, pero también a algunos panistas– les ha dado por echarles la culpa del triunfo de Delfina, o sea de la derrota opositora, a los electores mexiquenses. Así no se puede, es lo que quieren decir. Uno les pone la mejor opción para que no gane el de enfrente y resulta que no quieren salir a votar cuando su futuro, su bienestar, el prístino mañana, la abundancia para sus familias, están a la vuelta de la esquina tan sólo con ir a votar por la candidata del PRI. Total, el PRI ya estaba a punto de cumplir 100 años gobernando la entidad. ¿Qué problema podían tener los electores con eso? ¿En qué les molestaba que la candidata de la alianza fuera priista? ¿Qué no los priistas han hecho grandes cosas por ese estado? Es más, de ahí salieron Peña Nieto y su banda a gobernar el país con el éxito que ya sabemos. ¿Por qué le hicieron el feo al PRIAN?
Es de un cinismo verdaderamente sorprendente. Es regañar a los mexiquenses por no votar por el grupo Atlacomulco; mal que bien esa era la oferta. Cierto que llegó el grupo Texcoco, pues sí, pero ya no serán los mismos. El propio gobernador Alfredo del Mazo es una muestra viviente de ese “linaje” priista en el Estado de México: ese estado lo gobernó el abuelo, el papá y, finalmente, él, que ya no lo pudo heredar, pero se lo entregó al Presidente en turno, como hacen los priistas, siempre obedientes con el presidente.
Alejandra del Moral hizo una buena campaña. Sobre todo si tomamos en cuenta que ella representaba al gobierno priista centenario; el cambio lo representaba Delfina. Que no les guste ese cambio a muchos –al parecer que no votaban en el Edomex– es otra cosa. La campaña ligera, flexible, era la de la maestra, no la de Alejandra, que cargaba con el oficialismo a cuestas. Difícil, sin duda. Como viene sucediendo con los priistas que se lanzan últimamente a alguna elección –salvo el caso de Coahuila–, esconden el logotipo, esconden hasta los colores. Saben que el PRI es mala marca. Alejandra hizo su campaña vestida de rosa.
Saber por qué pasó la derrota es fundamental para poder diseñar algo de lo que viene. El mapa del país cambió con la elección mexiquense. Creer que la culpa es de los electores porque no salieron a votar, es un error. Además, quienes deben motivar el voto, y que para eso reciben fondos púbicos millonarios, son los partidos políticos. Quizás Alejandra era buena candidata, pero la circunstancia era mala; quizá la premisa de la campaña prianista era inadecuada. Es claro que mucha gente está contenta con el gobierno de López Obrador. Cegarse a esto es irracional. Vivir con el fantasma de que seremos como Venezuela, que todo mal proviene del Presidente y que ser su opositor basta para ser purificado, parece que no es del todo cierto para los electores.
Culpar a los votantes de cualquier cosa se está volviendo un recurso fácil en nuestra conversación pública. Desde el “no podía saberse” y el “ponte vaselina” hasta “es de que no salieron a votar”, todo indica que no supieron motivar el voto por la causa propia y reclaman al que ganó o al que está contento y no quiere tener nada que ver con su propuesta.