Autonomía Relativa

Migrantes: tragedia y mezquindad

López Obrador mezcla sus odios locales con una tragedia de proporción internacional, como lo es la migración de personas. ¿Así o más mezquino con el sufrimiento ajeno?

Como ha sido la tónica en este sexenio, la tragedia de los migrantes en nuestro país no cesa. Se agolpan en la frontera sur, los golpean las fuerzas policiales, los patean, los humillan. En el norte los encierran en cárceles que el gobierno llama cruelmente “refugios”. En uno de esos murieron quemados decenas de migrantes, una de cuyas tragedias fue quedarse atrapados en México antes de encontrar la muerte entre las llamas, encerrados porque no los dejaron salir del “refugio” mientras el incendio devoraba el inmueble.

Esta semana llegó otra tremenda imagen de la migración en México. Miles de personas de otros países subidas en el techo de los vagones de trenes de carga que van al norte del país. Una imagen dura de lo que la gente está dispuesta a hacer para conseguir una vida que consideren digna, un riesgo más en sus múltiples peripecias para cumplir la mitad de su sueño que es llegar a Estados Unidos. La empresa propietaria de los ferrocarriles anunció que cancelaba el transporte de carga en más de 60 trenes en diversas rutas del país, por la inseguridad que representaba para quienes hacían el viaje de esa manera. Incluso mencionó que ya se habían dado casos de heridas y fallecimientos. Las notas periodísticas señalan, por ejemplo, que en la estación de Torreón más de mil 500 personas esperaban la salida de los trenes. La empresa decidió suspender operaciones para evitar una tragedia. Bien para la empresa, bien para los migrantes, que de cualquier manera buscarán sin cesar la manera del llegar “al otro lado”.

¿Y qué dice nuestro Presidente? En su conferencia mañanera, ya al final y ante la insistencia de los reporteros, mencionó: “No importan los trenes, nos importan los migrantes. Pero los dueños de los trenes de manera rara, inusual, sacaron un boletín dando a conocer que iban a parar los trenes. (…) Está muy bien y hay que proteger a los migrantes, pero me llamó mucho la atención todo el despliegue del boletín del señor Larrea, Germán Larrea…”. Insistió en cuidar a los migrantes y subrayó: “Pero a mí lo que me llamó la atención es como lo de Riva Palacio, el boletín, ¿lo sacó Reforma? Noooo, pues ahí está todo, si lo sacó Reforma y lo desplegó Reforma, es propaganda… hay que cuidar a los migrantes. Vámonos a desayunar”. ¿Así o más mezquino con el sufrimiento ajeno? Mezcla sus odios locales con una tragedia de proporción internacional. Ni siquiera porque se trata de gente que arriesga la vida al cruzar el país que él gobierna tiene un poco de empatía. Para él, el problema no son las miles de personas que se encuentran en México con destino incierto. No, para él, lo importante, lo que le “llamó mucho la atención”, fue que la empresa sacara “un boletín”, “el despliegue” del boletín. ¿No le parece una noticia importante ver a esa cantidad de gente arriba del techo de los vagones? ¿Le parece poca cosa? Pues no, lo que le parece indignante es que haya un “boletín” en el que la empres dice que, por seguridad, decidió suspender sus recorridos. Eso le parece propaganda en Reforma. Claro, el señor Larrea y los migrantes se ponen de acuerdo para complotar contra él en Reforma. Una vez denunciado el complot, “vámonos a desayunar”. Grandes gestos del Presidente “más humanista” de la historia.

México es un país expulsor. Sabemos todos, sin necesidad de tener una experiencia directa, del drama que es migrar a otro país. Durante años nuestros paisanos en Estados Unidos han representado uno de los tres primeros ingresos en este país. Conocemos sus historias, contadas una y otra vez, porque son millones de mexicanos los que han decidido migrar a un país que les ofrezca un mejor futuro. Son los héroes que se llevan su patria a otro lado. Esta circunstancia nos obliga, como país, a tener la empatía y solidaridad con quienes cruzan nuestro territorio huyendo del propio. Pero no, aquí los migrantes ponen la tragedia y el Presidente su mezquindad.

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