Philip Roth (1933-2018) seguirá siendo un escritor notable, de altísimo nivel. No importa cuando leas esto. La vigencia que tiene Roth como novelista, como pensador e, incluso, como personaje. Autor de grandes novelas, observador acucioso y relator de la sociedad estadounidense de la mitad del siglo 20, fue también un gran trasgresor de las normas y comportamientos sociales. No hay desperdicio en la obra de este autor norteamericano al que siempre se le regateó el Premio Nobel. Roth también era un demócrata a carta cabal y fue un crítico implacable del conservadurismo estadounidense. De Trump decía que era “un fraude masivo, la suma funesta de todas sus deficiencias, un individuo carente de todo, excepto de la ideología hueca de un megalómano”.
Su libro Lecturas de mí mismo (Ed. Mondadori) es una colección de ensayos, artículos y entrevistas que permite acercarse a diversos temas más allá de la literatura. La política siempre ocupó un espacio grande de las ideas y juicios de Roth. Aquí algunos subrayados.
“Me enorgullece decir que a Richard Nixon se le conocía como un sinvergüenza en la cocina de nuestra casa veintitantos años antes de que la mayoría de los norteamericanos empezaran a comprender que eso era una auténtica posibilidad. Estudié en la universidad durante los años de apogeo del macartismo, que es cuando empecé a identificar el poder político con la coacción inmoral”.
“Lo asombroso de Nixon (y de Estados Unidos contemporáneos) es que un hombre tan claramente fraudulento, si no al borde del trastorno mental, pudiera ganarse la confianza y la aprobación de un pueblo que, en general, exige un poco de ‘toque humano’ a sus líderes”.
“Escribir novelas no es el camino hacia el poder. No creo que, en mi sociedad, las novelas produzcan cambios serios en nadie que no sea el puñado de personas que son escritores y cuyas propias novelas, como es natural, estén seriamente afectadas por las obras de otros novelistas. No puedo ver que suceda nada de eso en el lector corriente ni esperaría que lo hiciera”.
“Las novelas proporcionan en los lectores algo que leer. En el mejor de los casos, los escritores cambian la manera en que los lectores leen. Considero que esa es la única expectativa realista. También me parece del todo suficiente. Leer novelas es un placer profundo y singular, una actividad humana apasionante y misteriosa que no requiere más justificación moral o política que el sexo”.
“Escribir sátiras es un acto literario, no político, por muy volcánica que sea la pasión reformista o incluso revolucionaria del autor. La sátira es cólera moral transformada en arte cómico de la misma manera que la elegía es aflicción transformada en acto poético. ¿Espera una elegía lograr cualquier cosa en el mundo? No, es una manera de expresar una emoción dura que causa perplejidad”.
“Como usted bien sabe, la intrigante cuestión biográfica (y cuestión crítica, por cierto) no es que un autor escriba sobre algo de lo que le ha ocurrido, sino cómo escribe sobre ello, lo cual, cuando se entiende adecuadamente, nos facilita mucho la comprensión de por qué escribe sobre eso. Una cuestión más intrigante es por qué y cómo escribe sobre lo que no ha sucedido, cómo introduce lo hipotético o imaginado en lo que ha sido inspirado y está controlado por el recuerdo, y cómo lo recordado engendra el conjunto de la fantasía”.
“Me ha preguntado usted si creo que mi obra ha cambiado algo en la cultura y la respuesta es que no. Es cierto que ha habido cierto escándalo, pero la gente se escandaliza continuamente, eso es un estilo de vida para ellos y no significa nada. Si me preguntan que si quiero que mi obra cambie algo en la cultura, la respuesta sigue siendo negativa. Lo que quiero es poseer a mis lectores mientras están leyendo mi libro”.