Autonomía Relativa

El retiro del político

Don Alejandro se acerca a una foto que sobresale de las demás. Está él como presidente del Congreso y le pone la banda tricolor al actual Presidente, escribe Juan Ignacio Zavala.

Don Alejandro tomó el vaso y le dio un trago largo a su whisky. Otra etapa más en su vida llegaba a su fin. ¿Cuántas llevaba, cuántas veces lo habían dado por muerto y renacía y llegaba más alto y hablaban cada vez más y mejor de él? Ni los gatos tienen tantas vidas, se dijo apurando el fondo del escocés. Más hielo. Otra copa, como de que no, es momento de brindar por mí. Además ya de los amigos sé por las esquelas de los periódicos. Me queda el reconocimiento, ya no hay tiempo para las relaciones. Nunca un legislador ha gozado del reconocimiento general como yo. Siempre supe cuándo y en dónde estar sin que me diera rubor. Hay por ahí algunos necios, sin carrera ni prestigio, que insisten en decirme priista, en denostarme. A mí, que ni los presidentes han podido conmigo, por más poderosos que se creyeran. Al principio con unos, con los menos, fui humilde, pero después todos me tuvieron que respetar, como a muy pocos en este país. Qué ganas de criticar de esos lacayos. Que chinguen a su madre.

Don Alejandro entra a su estudio y recorre la pared de fotografías: toda su historia es parte de la historia nacional. Nací de la mano con la historia –piensa satisfecho. Fotos con presidentes en plan de compañeros, en momentos de triunfo o increpándolos. Diez presidentes diez. Pocos lo pueden decir y menos a su edad. El político se sienta, sabe que ya no hay horizonte posible. Se relaja, voltea a ver las fotos y sabe de su lugar en la historia. Muchos la leen, pocos la hacen, piensa mientras ve fotos de su juventud como orador destacado en el priismo. Ve otra foto en la ONU. Ah, Nueva York, lástima que me madreé a aquel policía en el estacionamiento, pero era la ignorancia del oficial, no respetar el fuero diplomático ¡en la ONU! Pero fuera de eso, fueron grandes días. Se sirve otro trago y voltea la silla hacia las fotos. Ve al presidente que masacró estudiantes. Qué feo era ese cabrón, pero era inteligente. Algo que cada vez está más en desuso. Ciertamente lamentable mi defensa de ese presidente, pero ¿quién iba a pensar que la historia se fuera por otro lado y no el trazado por la Revolución? Nunca arrepentirse, nunca. Eso es para timoratos. Uno puede eludir, comentar, explicar, pero no doblar la cabeza. Eso, nunca.

Don Alejandro cierra los ojos. Sabe que ya no volverá a la Cámara de Diputados. No tiene caso, piensa, son de una vulgaridad infame, la ignorancia de los compañeros es insultante, empezando por los de mi bancada, que son muy primitivos. Y la oposición, pobrecitos, tan pequeños, se extraña al panismo de antes que debatía, estos quieren puestos. La política se ha vuelto dinero. No volveré a la curul, sólo me recordarán como su presidente, siempre arriba de ellos, siempre explicándoles, enseñándoles, poniéndolos en orden, Cada legislatura es más zafia, más procaces los legisladores y las legisladoras, qué barbaridad se comportan y hablan como carretoneras. Se levanta y de dirige a otra foto en la que excompañeros del PRI en San Lázaro lo quieren golpear por interpelar al presidente. Fui el primero y realmente el único, después de mi puro bufón. Sonríe y dice preguntando a los de la foto: ¿quién se la interpeló a quién?

Con el vaso lleno nuevamente, don Alejandro se acerca a una foto que sobresale de las demás. Está él como presidente del Congreso y le pone la banda tricolor al actual Presidente. Momento estelar de mi vida con más de ochenta años, el Presidente siempre se acordará de que fui yo el que le puso la banda, que llegó a dónde llegó por mi esfuerzo y mi entrega a su causa, todo mi talento a su servicio. No es poca cosa. Y él también verá siempre esa foto en la que estoy yo. Y está bien, porque si en la vida hubiera justicia el de la banda sería yo, pero ni hablar, ganó un curita de pueblo, un hombre sin mundo, de inteligencia rupestre. Pero ya ni la queja cabe, le intenté por todos lados y partidos. La inteligencia, la cultura, la capacidad, el estudio y el conocimiento no venden. Chinguen a su madre.

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